Se cuenta la historia de unos soldados americanos que
estaban estacionados en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Durante el
combate uno de ellos falleció a causa de una herida. Cuando sus compañeros lo
iban a sepultar recordaron que era cristiano. Decidieron tratar de darle una
sepultura cristiana.
Con bastante riesgo, encontraron
una aldea con una pequeña iglesia y un cementerio, ambos rodeados por una cerca
de piedra. Se acercaron al párroco y le preguntaron si podían enterrar a su amigo
en el cementerio.
Cuando el párroco descubrió que el
hombre había sido protestante, sacudió la cabeza con tristeza y explicó que a
menos que su amigo hubiese sido bautizado en la religión de la iglesia no podía
ser enterrado en el cementerio. Los soldados estaban frustrados y molestos,
pero el párroco estaba firme en su decisión. Finalmente, les mostró un lugar
justo fuera de la cerca donde podían enterrar a su amigo. A regañadientes
hicieron como les dijo.
Al siguiente día los soldados
retornaron al cementerio para prestar sus respetos finales a su camarada de
armas, pero por alguna razón no había manera de encontrar la tumba. Pareciera
que la tumba y su amigo habían desaparecido. Confundidos tocaron a la puerta de
la iglesia y cuando el párroco abrió la puerta le exigieron una explicación.
El párroco les dijo que lo
siguieran, los llevó a un lugar, justo dentro del cementerio. “Anoche no pude
dormir”, les dijo. “Estaba molesto por no haberles permitido enterrar a su
amigo dentro del cementerio”.
“Así que moví la cerca”.
¿Puedes pensar en alguna cerca que
puedas mover esta semana?