Todo es temor, amor, todo es recelos,
pues ¿cómo puede ser el amor gloria,
si está siempre luchando la memoria
con tantos sobresaltos y desvelos?
Estas penas del alma son sus cielos;
estas guerras y asaltos, su victoria,
y es bien todo este mal, cuando a su historia
no encuaderna capítulo de celos.
Amor, en popa voy con mi esperanza,
haciendo espejo tus azules mares;
no trueques en tormenta la bonanza.
No se me niegue puerto en que me ampares,
que si el que el alma ha deseado alcanza,
daré perpetuo asiento a tus altares.
—Tirso de Molina
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