Mujeres: ¿por qué os quejáis
de nuestra ardiente pasión
cuando sois la tentación
de aquello que reprocháis?
¿Por que con odio mortal,
amor pagáis con desdén?
Y si os tratamos tan bien
¿por qué nos tratáis tan mal?...
¿De veras no nos amáis?
¿De veras no nos queréis?
Si no os buscamos, veréis
que vosotras nos buscáis...
¿Conque, sin hacernos caso,
caéis de puro rogadas?
Si anduvierais bien calzadas,
nunca dierais un mal paso.
Y os diré, no por enojos
ni por causaros agravios
que si no son vuestros labios
sí nos llaman vuestros ojos.
¿Y quién causa más horror
entre el hombre y la mujer:
el que compra su placer
o el que vende su honor?...
Decís que el hombre es tan necio
y tan loco en su rigor,
que se enoja del amor
y se enoja del desprecio,
y que toda resistencia
nuestro torpe instinto aguza,
¡para salir con la excusa
de vuestra casta inocencia!
Eso sí que no es verdad
y en ello vais muy erradas
pues siempre os hacéis rogadas
aunque os sobra voluntad...
¿Que como ha de estar templada
la que nuestro amor pretende?
Pues como ha de estar se entiende:
¡Locamente enamorada!...
Lic. D. Justo Cecilio Santa Anna, 1888
lunes, 10 de diciembre de 2012
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