Es probable que
este domingo haya mucha conversación acerca de martillos en las iglesias
protestantes —y en algunas congregaciones católicas.
Hace 500 años, el
31 de octubre de 1517, un joven monje católico —Martin Lutero— tomó un martillo
consigo y clavó sus 95 Tesis, o argumentos, en la puerta de la iglesia del
castillo de Wittenberg, en Alemania. Sus puntos se centraban en las prácticas
de la iglesia —que Lutero consideraba estaban por encima de la autoridad de la
iglesia, suplantando la autoridad de Dios. Nadie se hubiera imaginado a donde
llevaría su acción.
Hoy en día lo que
Lutero hizo ese día es considerado el inicio de la Reforma Protestante que ha
tenido un impacto profundo en el cristianismo, la civilización occidental y el
mundo entero. Después de 500 años es un monje con un martillo en la mano lo que
simboliza ese momento.
Para Lutero fue
el momento propicio. Con la ayuda de Johannes Gutenberg y su nueva imprenta las
copias del documento de Lutero se regaron por Alemania en dos semanas y en toda
Europa en dos meses.
En ese documento
Martin Lutero desafiaba formalmente a los líderes de la iglesia sobre el tema
de la venta de indulgencias y delineaba una doctrina bíblica de justificación solamente
por la gracia. Su lema era «el justo vivirá por la fe» (Romanos 1:17). Martin
Lutero dejó de ser el monje alemán con preguntas en su corazón para convertirse
en el reformador más íntimamente asociado con el nacimiento del protestantismo.
Las acciones de
Lutero fueron guiadas por otro versículo, en el libro de Hechos, que dice: «Es
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29, NVI). El valor
de Lutero y su insistencia en «sola scriptura», la Biblia cómo la única
autoridad de fe, son la piedra angular de la Reforma Protestante y
fundamentales para mi propia fe adventista.
Para los
protestantes, el quinto centenario del inicio de la Reforma ofrece una
oportunidad especial para la reflexión y la renovación. Mi propia experiencia
es un paralelo de lo que Lutero escribió: «Cuando descubrí [sola scriptura] nací
de nuevo del Espíritu Santo. Las puertas del paraíso se abrieron de par en par
y entré por ellas».
Los golpes del
martillo de Lutero en la puerta de la iglesia todavía se escuchan.
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