miércoles, 23 de marzo de 2011

El concepto de Jesús como “verbo”

El tema del «logos» en Juan es de vertebral importancia, debido a que dentro de la cosmogonía griega (dentro del amplio mundo del razonar griego), la palabra logos era una de esas de carácter ampliamente seminal, como lo fue también la palabra beIleza. El conocimiento y la belleza eran los dos grandes polos del pensar griego—de hecho, en algunas ocasiones la una arropaba a la otra. Muchos pensamientos eran adoptados como ciertos simple y llanamente por la estética en la elaboración de su composición literaria. Lo curioso en todo caso es que Juan parece estar instruyendo a judíos que están aprendiendo a vivir dentro de la cultura griega, o puede tratarse también de judíos helenizados (judíos educados e influenciados por la cultura griega). En todo caso, lo que resulta magistral en el pensamiento juanino es la habilidad para integrar aspectos propios de una cultura y depositar dentro de esas estructuras semánticas (lenguaje), un contenido distinto como era la fe cristiana. El tema del logos es apenas un aperitivo teológico, ya que en los sucesivos capítulos desarrollara una temática genuinamente cristiana, armando todo un andamiaje lingüístico, fácil de entender por aquellos quienes han sido formados en el pensamiento griego. Categorías como luz, verdad, conocimiento, vida, etc., son ahora repotenciadas en sus significados teológicos.

La palabra verbo o logos está unida a «lo que era desde el principio», como una referencia a la primera palabra de la Escritura en el libro de Génesis, ya que Dios lo creó todo en el principio. Los cristianos sostenían que el logos lo había creado todo (la palabra hablada por Dios). Esto era muy importante en el proceso de rebatir los argumentos de las corrientes gnósticas que sostenían que Dios no pudo haber creado el mundo porque la materia es mala, y Dios no hace nada malo. Juan establece desde el comienzo que el logos estaba «desde el principio», y que por eso también se encarnó, al punto de poder verlo. Desde el primer momento, está construyendo una plataforma sólida donde reposar sus argumentos teológicos. En el segundo versículo insiste: «...la vida fue manifestada y la hemos visto y testificamos...». Como se puedo notar, el énfasis de Juan está en el hecho de que lo que él testifica no es una especulación sino un hecho real que él presenció.

No cuesta mucho darnos cuenta que estos primeros versículos están repletos de significado teológico. Con su afirmación «lo que era desde el principio», se adelanta a lo que se afirmará en el siglo cuarto como definitivo. Nos referimos a que en el Concilio de Nicea (325 d.C.), se establece que Jesucristo es «co-eterno con el Padre». Por eso Juan asegura que ya estaba en «el principio», es decir, existe con el Padre desde la eternidad. En línea con lo anterior, Juan establece que Cristo (verbo-logos) es eterno. Dice: «...estaba con el Padre y se nos manifestó...».


Los gnósticos creían que Jesús era una emanación de Dios. Juan en cambio le llama el logos creador, es decir, Dios mismo. Esa teología trinitaria es un arma filosa en las manos del autor, quien está decidido a corregir los extravíos de los falsos maestros que operaban al interior de las iglesias, mezclando la fe con los errores gnósticos. Juan declara también aquí el objetivo pastoral de este escrito. Dice que escribe este testimonio para fomentar la comunidad por un lado; y además, para completar el gozo de los cristianos con quienes él guarda relación. Esto es importante de destacar. El objetivo fundamental de aprender la teología y de estudiar la doctrina cristiana debe ser siempre el de acercarnos más al Padre y al Hijo. No se trata de conocer por conocer. La doctrina debemos conocerla para conocer más de él, para penetrar en la dinámica del corazón de Dios.
Giácomo Cassese, Epístolas universales, pp, 87, 88.

No hay comentarios.: