miércoles, 31 de diciembre de 2008

miércoles, 24 de diciembre de 2008

domingo, 7 de diciembre de 2008

Fábula en el bosque

Gary B. Swanson

Había una vez un arbolito cuya ambición era crecer y crecer hasta convertirse en el árbol más grande y fuerte del bosque. Miraba a los grandes árboles con sus muchas ramas y se decía así mismo: “Ya van a ver. Algún día seré el Rey de la Montaña”. Era una ambición muy grande para arbolito tan tierno y pequeño que trataba de levantarse en medio de sus gigantes vecinos.

A pesar de que le encantaba la protección de los grandes árboles, resentía el hecho de que le andaban dando consejos, tales como mantén tus hojas mirando al sol, trata de profundizar tus raíces. Esto le irritaba profundamente. Acaso no tenía él sentido común? Había un consejo que le molestaba al extremo: “no trate de crecer junto a un árbol grande. Los nutrientes del suelo no pueden alimentar árboles que crecen muy cerca el uno del otro”. Aquí fue donde el arbolito se rebeló. Estaba muy orgulloso porque estaba creciendo a la sombra de un gigante, poderoso roble cerca de la cima. Su pensamiento era que estaba creciendo protegido de los fuertes vientos, allí podría desarrollarse en un fuerte árbol hasta el día en que un rayo acabara con su vecino. Entonces el se levantaría de las sombras y llegaría a ser el rey. Sus vecinos odiaban sus pretensiones, pero el arbolito seguía creciendo. Cuando el fuerte viento venía, su vecino recibía el golpe más fuerte, cuando el granizo golpeaba la montaña, el vecino sufría la pedrera, cuando la nieve caía, las fuertes ramas del vecino protegían el arbolito. La vida era muy suave para aquel que quería ser un día el rey. No tenía mucho de que preocuparse.

Un día gris, cuando las nubes se enrollaban a través del espacio semejando una manada de búfalos, los planes del arbolito llegaron a su fase final. Rayos rompieron el espacio y golpearon el gigantesco árbol en su copa abriéndolo en dos hasta la raíz. Ah! dijo el arbolito, llegó mi oportunidad. A medida que las nubes fueron desapareciendo, el sol lanzaba rayos dorados sobre la cumbre de la montaña iluminando el arbolito como si Dios mismo estuviera ordenando su coronación.
Todos los árboles del bosque estaban impresionados. Parecía que había otra manera de llegar a ser alguien.

Al llegar el invierno, los árboles del bosque notaron que la equivocación del arbolito lo llevaba a su fin. Sin su fuerte vecino tenía que enfrentar los elementos del tiempo sin haber desarrollado la fortaleza necesaria. Ahora tendría que doblarse y torcerse bajo el rigor del viento, soportar los golpes del granizo sus débiles ramas, caer bajo el peso de la nieve! Porque había crecido muy cerca del gigante, en la superficie del suelo, el pobre arbolito no estaba preparado para la gran responsabilidad que le venía encima momentáneamente.

A medida que la nieve fue derritiéndose lentamente, deslizándose por la ladera de la montaña, el arbolito con sus ramas rotas y torcidas perdió su estabilidad y cayó sobre el suelo. En lugar de dominar la cima de la montaña por siglos como había soñado, el triste arbolito perdió su reino en menos de una estación. Los árboles centenarios movieron sus cabezas y un susurro se oyó entre las ramas —el viejo adagio pasó de un árbol a otro: “Nunca crezcas a la sombra de otro árbol”.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Terra Firme

Por Roger Balmer

En tiempos pasados la villa de Terra Firme fue el hogar de un maravilloso hombre conocido por todos como el Primer y Gran Arquitecto. Ese hombre compartió con todos el concepto fundamental de que uno más uno es igual a dos (1+1=2). Desafortunadamente ese hombre tuvo que salir repentinamente del lugar para nunca volver. Dejó un buen grupo de alumnos, fieles seguidores que se esforzaron por compartir con toda la gente el concepto básico de 1+1=2. Se fundaron escuelas por todas partes y, a pesar de sufrir oposición, tuvieron gran éxito.

Pasaron siglos y Terra Firme crecía a paso acelerado. Su gente prosperaba. Todos vivían felices y la paz reinaba en la ciudad. De pronto, la vida empezó a ponerse más complicada y sofisticada. Sus habitantes descuidaron el principio 1+1=2, pensando que necesitaban algo más moderno que los pusiera a tono con la nueva era.

Quedaba, sin embargo, un grupito de arquitectos que observaban las novedades de la vida moderna con mucha tristeza y desmayo. Se habían esforzado mucho para mostrar en la construcción de sus edificios una fe viva en el concepto de 1+1=2. Estaban convencidos de que era un valioso principio que jamás debía abandonarse, sin importar cuan llamativa fuera la nueva era. Además, el fundador y maestro de Arquitectura había predicho que un día ocurriría un tremendo terremoto que acabaría con casi toda Terra Firme y daría a conocer para siempre cuáles edificios se habían construido sobre el concepto 1+1=2 y cuáles no.

Estos arquitectos intentaron de muchas maneras advertir a la población acerca del peligro inminente en que se hallaban. Unos creían, otros no.

Repentinamente, hubo un maravilloso despertar del conocimiento y Terra Firme se convirtió en pocos años en una ciudad fabulosa. La tecnología les trajo máquinas, herramientas, riqueza y lujo. Las escuelas de arquitectura, conscientes de los cambios modificaron sus filosofías y conceptos. Por todas partes surgieron nuevas escuelas con miles de estudiantes. Las antiguas universidades con su concepto de 1+1=2 fueron perdiendo influencia y estudiantes. Algunas fueron cambiando para estar de acuerdo con la creencia popular.

Un buen día, un famoso arquitecto de una de las más prestigiosas universidades de Terra Firme, un tal Dr. Lucio Dudas, publicó un estudio que dejó perpleja a la población. Había inventado una calculadora que probaba un nuevo concepto; que era posible 1+1=3. También había surgido una nueva sustancia llamada Pegante Mágico que mantendría junto el concepto 1+1=3, en cualquier aplicación práctica en la construcción que uno deseara usarlo. De la noche a la mañana la nueva calculadora y el Pegante Mágico se pusieron en boga en Terra Firme. La gente los compraba como pan caliente, parecía que iban a resolver los problemas de la construcción y, además, eran muy baratos.

Los seguidores del concepto 1+1=2 estaban atónitos. Muchos de ellos habían investigado profundamente y construido por años sobre ese concepto, pero muchas construcciones de la ciudad, especialmente en los últimos años, habían sido hechas con el nuevo concepto 1+1=3 y el Pegante Mágico. Terra Firme no aceptaba ya más a los arquitectos de la vieja guardia. Parecía que todos los problemas de la ciudad habían encontrado la solución, y a pesar de que todavía se necesitaban hombres para reparar edificios, se creía que muy pronto Terra Firme sería un paraíso y todos sus edificios serían edificados con el nuevo concepto 1+1=3, y el Pegante Mágico. Ninguna otra cosa sería permitida.

Un día oscuro, después de una larga y tensa deliberación el alcalde de Terra Firme y el consejo municipal aceptaron los inventos del Dr. Dudas y, por consejo de la comisión de planificación, decretaron que todos los edificios basados en el concepto 1+1=2 fueran destruidos porque constituían un peligro para la ciudad. Se fijó la fecha para le ejecución del decreto. Se reunieron los grupos de especialistas en demoliciones. La ciudad entera se preparó para el gran acontecimiento. Todo el mundo estaba a la expectativa.

Ocurrió entonces el terrible terremoto.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Un cuento de dos zorros

Había una vez una escuela en el Bosque Fenton. En esta escuela todos los habitantes del bosque aprendían cómo evitar las trampas que ponían los cazadores que venían de la ciudad. Se ofrecían clases sobre: Teorías acerca de donde colocar las trampas, diseños de diferentes tipos de trampas y medicinas para aquellos que por mala suerte cayeran en las trampas.

Dos de los nuevos estudiantes matriculados en la escuela fueron los jovencitos Alfredo Zorro y su primo Samuel. Estos dos eran tan diferentes como el día y la noche. Alfredo estaba siempre preocupado y no quería caer en una trampa, así que prestaba mucha atención en las clases. Samuel era un zorro muy descuidado. Iba a las clases porque los padres querían que fuera. Quería tener buenas notas, así que siempre preguntaba al maestro qué preguntas habría en los exámenes. Quería estar seguro qué debía aprender para no desperdiciar tiempo en cosas sin importancia. A pesar de su pereza para estudiar, no sacó notas tan malas. Aprendía las fórmulas de memoria y las repetía hasta el día del examen, después las olvidaba.

Alfredo, en cambio, deseaba aprender todo lo que podía acerca de las trampas porque no quería caer en ellas. Sabía de zorros descuidados que habían perdido sus dedos en esas trampas y no quería que le sucediera lo mismo. Estudiaba sus materias cuidadosamente. Hacía investigaciones en la biblioteca en cuanto a las diferentes clases de trampas. Estaba tan interesado que estudiaba toda la materia.

Llegó el día en que los dos, Alfredo y su primo, se graduaron de la escuela. Los maestros consideraban que los dos zorritos habían realizado sus estudios en forma exitosa. El anciano Búho, sabio y excelente director de la escuela, estaba seguro de que Alfredo tendría mucho éxito en la vida.

La noche de la graduación hubo muchas fiestas y celebraciones en las diferentes guaridas por todo el bosque. Los dos primos estaban felices porque los días de escuela habían terminado, así que decidieron disfrutar de las fiestas.

¡Pero qué desgracia! Aquella noche sucedió una gran tragedia. Hoy Alfredo es un zorro my próspero en sus negocios en el oriente del Bosque Fenton, donde dirige una firma de construcción de cavernas para animales del bosque. En cambio, su primo Samuel, está adornando los hombros de una elegante dama en la gran ciudad.

jueves, 9 de octubre de 2008

Foto escolar 2008

Se habrán dado cuenta que en la foto escolar de Camila del año pasado, ella sale apretando la boca, tratando de no mostrar los dientes mientras sonreía. De alguna manera se le metió en la cabeza que se veía mal con los frenos en los dientes y no quería que se viesen en la foto. Pues bien, aquí tienen el resultado de doce meses diciéndole que no hay nada de malo en mostrar sus frenos. Es parte de su proceso de madurez. Es algo natural que todos comprenden. No le quita nada de quién es y cómo es. Ayer, orgullosamente me dijo aquí tienes las fotos de este año. Sonreí como me dijiste. Así que aquí tienen ustedes a Camila en su foto de este año escolar. Sonriente como ella sola lo sabe hacer.

viernes, 3 de octubre de 2008

Álbum familiar de Nicaragua

El proyecto de alfabetización es un ministerio de la creciente Iglesia Adventista en Nicaragua, cuya membresía alcanza cerca de 100,000 miembros. Este proyecto es el resultado de una alianza entre la Iglesia Adventista de Nicaragua y Esperanza para la Humanidad, un ministerio de la División Norteamericana.


En comunidades en todo Nicaragua, maestros laicos están enseñando en más de 125 círculos de alfabetización en Nicaragua. Estos círculos se reúnen dos horas al día, cuatro o cinco veces a la semana, por nueve meses.


Además de enseñar las clases de alfabetización, muchos de los maestros son voluntarios que van a la escuela, mantienen sus familias, trabajan fuera de sus hogares y desempeñan otras responsabilidades.




Los maestros provienen de la comunidad en la cual viven y sirven. Algunos caminan largas distancias para llegar a sus clases. Perseveran con alegría sabiendo que el aprender a leer y escribir tendrá un impacto positivo en la vida de sus estudiantes.





Los estudiantes incluyen tanto a adultos como niños que no han tenido la oportunidad de ir a la escuela y que hacen un esfuerzo para obtener esta educación.


Mientras que muchos de los estudiantes son miembros de la Iglesia Adventista que no pueden leer, las clases de la alfabetización son también un medio de alcance en las comunidades donde la iglesia está creciendo.


Los maestros y supervisores reciben adiestramiento del Ministerio de Educación de Nicaragua, que también provee los libros de trabajo y concede a estudiantes certificados oficiales, lo que les permite continuar sus estudios.


Los lápices y otros materiales son proporcionados por el programa de alfabetización, así como los pequeños incentivos para los maestros y los supervisores, para ayudarles con gastos tales como transporte. El lugar de reunión es proporcionado por la iglesia, los maestros, o por los estudiantes.




Cada uno de los tres niveles del programa es equivalente a dos años de la escuela primaria. No solamente son capaces de leer, escribir y hacer matemáticas básicas sino que. al terminar el trcer nivel, tienen el equivalente a una educacion primaria.





El programa tiene éxito debido a la dedicación de los maestros, estudiantes y los donantes que apoyan a Esperanza para la Humanidad y hacen posible este programa para ayudar a la gente de Nicaragua.


Jesús fue un maestro, y es fácil ver el espíritu de Dios manifestarse a través de estas clases. Y mientras que los bautismos no son la meta de este programa, muchos están llegando a conocer a Jesús debido a la dedicación de los maestros y muchas iglesias se están estableciendo en las vecindades en donde se están llevando a cabo las clases.


Esperanza para la Humanidad es un aliado clave en el programa de alfabetización en Nicaragua y el apoyo de los miembros en Norteamérica, a través de Esperanza para la Humanidad, es vital para el éxito de este programa.

[NOTA: Si les haces "clic" a las fotos, aparecen en su tamaño original.]

sábado, 16 de agosto de 2008

Los cachorros cumplen dos meses

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Si le haces "click" a la foto de arriba, te lleva a las últimas fotos de los cachorritos en mi album de webshots.

Hace ya dos meses, el 15 de junio de 2008, que nacieron los cachorros. Se han orinado y ensuciado por toda la parte baja de la casa. He estado recogiendo estiércol de perro como si tuviera una fábrica. En casa de mis padres siempre tuvimos perros pero nunca me di cuenta que las perras de comían y bebían el popó y el pipí de los cachorritos. La pobre Maxie ha estado con diarrea y con gases casi estos dos meses.

Hace ya casi una semana que Maxie no les da de amamantar. Y hace ya casi tres semanas que empezaron a comer comida de perro. Les compré comida para cachorritos pero prefieren la comida de Maxie. Maxie prefiere la comida de los cachorritos pero le produce diarrea. Así que todos están comiendo comida de perro adulto. Me imagino que prefieren la comida de Maxie porque la leche de Maxie les sabía a eso.

Remus se fue ayer por la tarde. Luciana, una amiga brasileña, se lo llevó. Lo voy a extrañar. Es el más cariñoso de los cuatro. Siempre quería estar a mi lado en la oficina. Siempre me dejaba un "regalito" antes de irse.

viernes, 25 de julio de 2008

Una selección de cachorros

Pues Camy les ha puesto nombres a todos los cachorritos. Lo cual nos va a doler más cuando ya no estén con nosotros y veamos las fotos. Este nació último. Es el más calmado y que se parece más a Coco —el padre— en temperamento, aunque los colores son los mismos que tenía Maxie cuando vino a casa. Es también el más pequeño de los cuatro.
Este es Remus, Remo en español, nombrado por uno de los fundadores de Roma. En realidad, el padrino de Harry Potter. ¿No tiene cierto aire medio brujo? Luciana, una amiga brasileña ya lo ha solicitado —lo siento señoritas. Pero dice que ese nombre le parece muy difícil para su "brasileño". ¿Rimo? ¿Romo? ¿Por qué no le pones otro nombre Camy? ¡Rimo es muy difícil para mi!
Otra foto de Remus. Como pueden ver, es todo un consagrado de la pantalla tanto chica como grande. Ni se diga de sus "apapachadores". Como han adivinado, estamos en la oficina y estoy usando la camarita de mi Mac para tomar las fotos.
Este es Stephan, no se de donde Camy sacó ese nombre. Yo le llamo Stephanovitch y Camy dice que le digo Stephanobitch. En Los Angeles había un comercial de un plomero que se llamaba Jack Stephan y en el comercial el locutor le llamaba Stephanovsky, Stephanovitch, etc. y el hombre se molestaba y decía ¡Stephan! ¡Jack Stephan!
Stephan ha sido mi favorito casi desde que nació. Cuando nacieron los cachorritos yo estaba por salir de viaje así que no los ví hasta que tenían más de una semana de nacidos y este fue el que más me llamó la atención. Es altanero, "echao pa'lante", chillón, empujón, mordelón, "ladrón", etc., etc. Todos los rasgos de su madre, Maxi. Aunque tiene más parecido físico a Coco.
Me parece que fue al que le llamó más la atención lo que estábamos haciendo y estuvo dispuesto a colaborar desde el principio.



Es probable que los nombres cambien conforme Camy viene y me corrige todas estas entradas. Este otro es Sirius. Luciana se iba a quedar con Sirius originalmente pero después cambió de opinión. Aunque me digan racista, quiero uno de los blanquitos. ¿Como voy a pronunciar ese nombre? ¿Cheerios? ¿Curious? No, eso es muy dificil para una brasileña. Sirius, por supuesto, recibe nombre por Sirius Black.
A Sirius no le gustó el flash de la cámara. Cerraba los ojos cada vez que le tomaba una foto.

Así que ahí los tienen. Son una fábrica de orines y cuacha. Hasta ahora Maxie se ha encargado de los pañales pero, como empezaron a comer croquetas de perro y a tomar agua, ya no está muy interesada a hacer servicios de limpieza.

Coco les tiene miedo. En varias ocasiones los cuatro lo han rodeado y el pobre no sabe que hacer.

Maxie empezó a jugar con ellos esta semana como si fueran perritos y no sus cachorritos. Es lo más graciosa verla ladrarles y meterse en sus juegos.

miércoles, 16 de julio de 2008

Humildemente

Se que ya han visto la pinta de este poco más que jumento, pero quiero compartir algo que me causó mucha impresión. Notarán que la foto no es de el otro día, sino que ya le ha llovido —y bastante—, pero en esa ocasión tuvimos la oportunidad de saludar al Papa e intercambiar unas cuantas palabras.

Uno de sus asistentes, me parece que era un fraile lego ya que era un evento de alta alcurnia en la iglesia y todos vestían sus ajuares del oficio pero él estaba de traje y corbata común, nos presentó por nombre y lugar de origen.

¡Mexicano! Me dijo el Papa. Tengo muy buenos amigos en México.

Pues ahora tiene otro. Le dije.

Sí, sí, gracias. Me contestó.

No fue hasta que recibí la foto que el fotografo oficial del Vaticano tomó que me di cuenta como le había estrujado la mano. El simplemente la extendió, sin hacer ningún esfuerzo por dar un apretón de manos común y corriente. Para esas alturas del juego ya están acostumbrados a que le besen el anillo o la mano o queseyo.

Los tres a la derecha del Papa trabajamos juntos por unos cinco años en un proyecto especial en Italia. La cara que apenas se ve es la del italiano con quien trabajábamos. Uno de ellos es chileno, el otro canadiense y un servidor mexicano. Los italianos nos llamaban “los americanos”, lo cual nos daba mucha gracia.

De ahí salimos y viajamos unos 45 minutos hacia la costa, Ostia, a cenar pescado a la orilla del mar.

miércoles, 25 de junio de 2008

Los babies de Maxie

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Resulta que el viernes 13 de junio salimos a cenar, lo cual no tiene nada de raro, todo el mundo sale a cenar. ¡Ah, pero qué cena! No es cierto, una cena muy semi, en el Olive Garden. Como el domingo 15 era el día del padre y yo iba a salir para Nicaragua y Panamá, mis mujeres decidieron sacarme el viernes y el sábado. Lo cual, por supuesto, no tiene nada de raro. Mis mujeres siempre están dispuestas a sacarme a comer, siempre y cuando yo pague.

Durante varios días habíamos notado que Maxie estaba por parir. Así que salimos preocupados por si acaso paría cuando estábamos fuera de casa. Para cuando retornamos a eso de las siete de la tarde todo estaba bien. Solo que Maxie estaba tan gorda que difícilmente podía subir al sofá.

Los tres subimos a ver la tele en la salita de Denise y como a eso de las doce Camy bajó a buscar algo de comer. A las once este señor ya había dicho adeu a ambas Denises y me había enfrascado en un guerrido combate con las sábanas y la almohada. Camila subió corriendo y gritando con la noticia que dos perritos habían ya nacido. No estoy seguro, pero creo que nacieron uno de cada color. Los ví uno blanco y el otro negro. Estuvimos al lado de Maxie un rato y de nuevo les dije adieu. Dos horas más tarde sube Camy de nuevo gritando con la noticia de que dos más habían nacido y ella había visto todo. ¡Qué emoción! le dije y ni siquiera me levanté de la cama. Denise fue con ella y estuvo un rato a su lado. No vi a los cuatro perritos hasta el sábado por la mañana cuando me levanté. Camy no había dormido en toda la noche de la emoción.

Mandé a Camy a dormir en el sofá y me encargué de vigilar a Maxie, que estaba orgullosa y no dejaba que Coco, el padre de los cachorritos se acercara ni siquiera a tomar agua.

Yo salí para Nicaragua el domingo a medio día y Camy tomó estas fotos ese día o el lunes. El martes Denise y Camila salieron para Orlando para estar con mi suegra. Bruna, la hija de una amiga, se quedó en casa para cuidar a los perritos. Creo que es Bruna la que tiene a uno de los perritos en la mano. Camy fue la fotógrafa.

Cuando regresé de Panamá el sábado por la madrugada descubrí que los cachorritos no son blancos sino color crema.

Aquí los tienen para su gusto, deleite y placer. El problema es que ahora Camy quiere quedarse con los cuatro.

¿Cuántos quieren ustedes?

jueves, 17 de abril de 2008

National Junior Society

La verdad no estoy seguro de que se trata el asunto. El caso es que algunos meses atrás nos mandaron una carta de la escuela diciéndonos que Camila había sido seleccionada por sus maestros para ser miembro del National Junior Honor Society. Lo de "junior" porque existe un National Honor Society para los estudiantes de secundaria [high school en este país] y los estudiantes de primaria pueden ser elegidos para ser miembros de esta otra sociedad honorífica en grado de "junior".
Los maestros consideran no solo sus calificaciones, sino que también consideran lo que le llaman "scholarship, leadership, service, character y citizenship". Un montón de palabras domingueras. Scholarship es su destacamiento escolar, sus notas y calificaciones. Leadership es su participación como líder entre el grupo estudiantil. Este año Camila es miembro del Consejo Estudiantil de su escuela y ayuda con las diferentes actividades. Service es la forma como se desempeña en ayudar a los demás estudiantes y su comportamiento en general en la escuela. Character es como lo indica, su carácter, su personalidad --la personalidad triunfadora del joven moderno. Citizenship es que sea ciudadana de los Estados Unidos. No, no es cierto. Es su desenvolvimiento como una persona cívica y responsable.
Se había planificado una ceremonia para febrero pero resultó que ese día cayó una tremenda helada que congeló y paralizó a toda la comunidad. Se canceló la ceremonia y fue puesta para ayer por la tarde. Un grupo de padres, maestros y alumnos participamos en el programa. Un muchachito que graduó de la escuela de Camila hace cuatro años atrás y que ahora está terminando sus estudios en Takoma Academy les dirigió unas palabras, distribuyeron certificados, hubo música, algo que comer y beber y colorín colorado a tomarnos fotos y salir a cenar . . .

viernes, 11 de abril de 2008

Hotel Gamboa

De Hermosillo partí hacia Ciudad de México. Estuve en el aeropuerto en Ciudad de México por un par de horas y de ahí volé a Panamá. En el mapa se ve tan cerca un país del otro que me extrañó lo largo del recorrido. Llegué a Panamá a las 6:00 de la tarde el 3 de marzo. Iba un grupo musical mexicano muy grande a un concurso de algún tipo. El avión estaba completamente lleno. Manuel Ancheta me esperaba para llevarme al hotel. Este es el lobby del Hotel Gamboa

El Hotel Gamboa Resort está al lado del Canal de Panamá. Un lugar muy hermoso, pero muy retirado de la ciudad. Está en el río Chagres, que es uno de los tributarios que provee el agua para que el canal funcione. Está en medio de un parque ecológico, así que es muy hermoso. Esta es la vista del lobby hacia la piscina. Para el que quiera ver con que cosas cuenta el hotel: http://www.gamboaresort.com/acerca.html.

miércoles, 9 de abril de 2008

lunes, 7 de abril de 2008

jueves, 27 de marzo de 2008

La fiesta

Me despertó el olor del café. Traté de seguir durmiendo un rato más pero la tentación era demasiado. Así que me levanté. Mi mamá me ofreció café y me dirigí a la sala. Abdiel y su familia decidieron dormir en la sala. ¿No te molestó la música? ¿Cuál música? ¿A poco no la oíste? Caí muerto. Fui a taparte y te enojaste conmigo, me dijo Abdiel. Estaba teniendo un sueño raro con platillos voladores que venían sobre mi… Te toqué y estabas frío, estabas acostado sobre las cobijas… Cuando me tocaste eran los platillos voladores que me estaban agarrando…

¿Vamos a los tacos de cabeza? Me dijo Alfonso. Vamos, deja bañarme. Cuando salí del baño estaba comiendo menudo. ¿Qué no vamos a los tacos? Sí, esto es solo un tentempié.

Alfonso, Jeanine, Abdiel, Vashti, mi papá y yo nos fuimos a los tacos. ¿A dónde fue Alma? Fue a comprar cosas para la fiesta.

A los tacos de cabeza. Llegamos a la calle Monteverde ¿No era aquí donde estaba La Primavera? Aquí a la izquierda estaban las mesitas. Mi papá siempre le decía “las mesitas”. Eran los mejores tacos. Tacos y gorditas, menudo. Ya como eso no hay nada. Ahora es un taller. Aquí estaba. Los tacos costaban 20 centavos. Los mandaba a comprar tacos y se regresaban con el dinero. Y tu nos lo quitabas. Ya como eso no hay más.

Pasamos la Veracruz y cruzamos por donde antes era monte. Donde están estas piedras era la Quinta Amalia. No, no era por aquí. Este era el canal. Por aquí nos íbamos a La Palma. Pero aquí no estaba la Quinta Amalia. Más allá del Cerro de la Campana llegamos a los tacos. Aquí no había nada. Por aquí está un VIPs que a Denise le gusta venir a comer. Sí, por aquí está. Ese cerro, ¿no era de la cementera? Hace mucho que la cementera no está. Ahora están por la carretera que va a Sahuaripa.

Llegamos a los tacos. Nos estacionamos al cruzar la calle en un Oxxo, algo como un 7-11, aunque después vi que también hay 7-11 en México. Entramos al lugar y al fondo están los tacos. ¿Ordeno primero o pago primero? Va bien, joven, coma contento, pague feliz. ¿Qué te dijo el hombre? Coma contento, pague feliz. Así que ordené dos tacos de cabeza y dos de carne asada. ¿Le va a tocar pagar? Con tanta gente, ¿por qué no deja que paguen? Le dicen a mi papá. El nada más se ríe.

Un señor mayor nos prepara una mesa y nos pregunta que vamos a tomar. Los tacos estan ricos. Pero cuatro fueron suficientes.

¿Vamos a La Tierra? Yo quiero ir pero mi papá no va a querer. Agarra para allá y vamos aunque no quiera. Te digo que aquí quedaba la Quinta Amalia, les digo otra vez cuando vemos las piedras al lado de la calle. Estás loco, por aquí no era. ¿No está la Pepsi por aquí? Está más atrás.

Tomamos la carretera que antes iba al lado del canal. Ahora se llama Blvd. Colosio. Cuando llegamos al seminario es difícil creer que esté rodeado de casas. Llegamos a un barrio nuevo donde tienen casas modelo. Muy bonitas. Pegadas una a la otra, como si fueran townhouses. Las más baratas empiezan a $150,000.00.

¿Por donde quedaba La Palma? Por aquí. Esto era la Cruz del Norte. Ahora es un hospital psiquiátrico. La misma cosa. El Mezquital del Oro ya no existe. Está todo abandonado. ¡Cuantas veces vinimos por este camino! ¡Con Jacobo! ¡En la carreta con la mula! Al fondo estaba la casa de un compañero de clases en el Central. No queda ninguna de las casas de los dueños. Entrábamos a jugar cuando nos íbamos a pie a la casa. Había unas casas lindas con un césped precioso. ¿Qué pasó? Se acabó todo. Los hijos de los dueños no siguieron.

¡Hay casas en el Huical! ¡Todo está lleno de casas! Una puerta cierra el camino que llevaba frente al Huical hacia el terreno de Jacobo, pasando por el terreno de Tacho hacia La Palma.

Por aquí vivía el Negro de la Villa Pesqueira. Más adelante. ¿Dónde vive el Tolo? Ya se murió. ¿Y la maría? La María vive por aquí. Métete aquí. Seguimos un camino de tierra y llegamos a una casa con techo de lámina. ¿Cómo se llama el hijo de la María? Un muchacho está trabajando en un auto. ¿No está el Lleto? ¿El Lleto? Sí. Entra a la casa.

Seguro le está diciendo, ahí te buscan, ¿quién? ¡que se yo! Unos batos en un carro gringo.

Nos bajamos del carro y sale el Lleto. No veía al Lleto hace como 30 años. El Tolo y la María fueron trabajadores de mi papá en La Palma, que también llamábamos La Tierra. El Lleto ha de haber tenido unos seis años cuando vinieron a trabajar a La Palma. ¡Quihubo Lleto! Nos mira desconfiado hasta que ve a mi papá. ¿Qué pasó Alfonso? ¿Ya andas pisteado cabrón? El Lleto se ríe. ¿No te acuerdas de nosotros? No. Soy Abdiel, jugábamos juntos, ¿no te acuerdas? ¿A poco estás pedo? ¿Te dejó la vieja? El Lleto se ríe. No ahí está. ¡Como están gordos! De ti si me acuerdo, le dice a Abdiel. ¿Cuánto hace que no nos vemos? ¡No puedo creer que estés tomando a estas horas! Insiste mi papá. El Lleto se ríe. ¿Cuántos hijos tienes? Tengo tres, este es el mayor, se dirige al que está trabajando en el carro. Es el Lletito. Lletito, ven, a que conozcas estas gentes. Lletito viene con no muy buen gusto y nos saluda. Jeanine y Vashti se bajan. ¿Y la María? Por ahí está. ¿Y las vacas? Las vendí, no había donde darles comida. ¡Cómo hacía que no nos veíamos! El Lleto nada más se sonreía.

María, la madre de el Lleto llegó a los pocos minutos. Vinimos a comer tortillas, le dice mi hermano Alfonso. ¡Qué bueno! ¿Trajeron tortillas? Le contesta. Todos nos reímos. La María no nos reconocía tampoco. Hablamos de el Tolo, que había fallecido hace cinco años, de aquellos años, hace más de treinta años, cuando trabajaban para mi papá. Nos dijimos adiós. ¿Podrías creer que ha pasado tanto tiempo?

Mi papá nos contó de un campo en la costa que está en venta. Tiene cuatro casas y pozos perforados para ganado. Piden 80 o 90 mil dólares. ¿Dónde está? Antes de llegar a Siete Cerros. Decidimos no ir a ver el campo porque tenemos que ir a Costco para comprar cosas para la fiesta.

¿Cómo fue que fuimos al Sabueso? Le pregunté. Nada más me metí. No debía de haberme salido, me dice mi papá. Estaba solo, abandonado. Había cuatro casas completas, con todo. Estilo americano. Como que fue un campo de los americanos. Tenía hasta pozos perforados. Que bruto fui, no debía de haberme ido de ese campo. Estaba molesto con don Alonso, mi abuelo, y me fui para el Sabueso. En aquellos años, dice Vashti, los americanos solo podían tener propiedades por quince años en México. Después de los quince años se han de haber tenido que ir. Lo malo de el Sabueso eran los mosquitos de noche.

Fuimos a Costco y compramos algunas cosas para la fiesta. Por la desvelada del día anterior yo sentía que me estaba resfriando. Una coca-cola fría me volvió el espíritu al cuerpo. O el cuerpo al espíritu, lo que sea de cada quien.

Por la Reforma Abdiel empezó a manejar pegado al lado izquierdo de la calle y muy despacio. ¿Qué buscas? ¡Ah, ya se! ¡Buscas si todavía está donde pusiste tu nombre en la acera! A unas dos cuadras se detuvo y se bajó del carro. Regresó sonriendo. ¡Ahí está! Se detuvo justo frente a su nombre. Lo que falta es la fecha. Cuando remendaron la acera quitaron la fecha, pero el nombre todavía está. ¡Quién lo hubiera dicho, después de tantos años!

Cuando llegamos a casa ya habían colocado las mesas. ¿A dónde fueron? Nos dice Alma. Fui a buscarlos a los tacos y ya no estaban. Adriana con el Peter y Dennis habían ayudado. Decidí acostarme a dormir un rato.

Me despertó el olor a chorizo. ¿Alberto está dormido? Preguntó alguien cuando desperté. Eran como las dos de la tarde. Había frijoles caldudos y chorizo con papas. Eso fue el almuerzo. Salimos después a sentarnos en el patio y platicamos hasta que empezó a llegar la gente.

Llegaron amigos del trabajo de Alma y algunas amistades y familiares. Peter trajo sus bocinas y usamos mi iPod y el de Dennis para música. Llegó el taquero y empezó a cocinar. Mi prima Griselda llegó y platicamos un rato. El taquero empezó a repartir quesadillas y totopos con guacamole y después vinieron los tacos. ¿Y el mariachi? Alma llama al mariachi y le dicen que no está en la lista. Un malentendido. En lugar de las siete, se aparecen después de las ocho.

¿Y esa música? Me dice varias veces Alfonso. Es lo que le gusta a la gente. Ahí queda el asunto.

Alma partió el pastel y el mariachi tocó las mañanitas. Yo sentía todavía que me estaba resfriando y se me había casi ido la voz.

Subí al cuarto de Alma para ver si tenía algo en el correo electrónico y tengo un documento que traducir. Estoy haciendo eso cuando me dice mi papá que mi prima Elizabeth llegó también. No veía a Elisa desde que me fui a Montemorelos. ¡Mira que ha llovido desde entonces! No ha cambiado nada.

Se fue al fin toda la gente y Alma abrió sus regalos. Estaban todos reunidos en la sala y hubiera querido quedarme a platicar hasta la madrugada. Teníamos que salir a las 4:30 de la mañana de casa para estar en el aeropuerto a las 5:00. ¿Te puedes levantar sin problema? Me preguntó mi papá. Entonces me despiertas. Me despedí de mis hermanos, mis hermanas, mi cuñado y mis sobrinos. Caí cansado en la cama pero pasé una noche con un sueño inquieto despertando cada media hora. Desperté a mi papá a las 4:15 después de haberme bañado y haber tenido mi equipaje listo para partir.

Mi mamá estaba despierta y me ofreció café. No gracias, estoy bien. A las 4:30 estábamos en camino al aeropuerto. La ciudad estaba muerta a esas horas. Unos taqueros estaban preparando sus carritos. ¿Se pasarían la noche despiertos o será que acaban de llegar? Mi papá estaba muy conversador hasta que me dejó en el aeropuerto. Había pasado poco más de 36 horas en Hermosillo.

Camila, retrato escolar

Camila llegó de la escuela el lunes sintiéndose mal. Me siento resfriada. Me duele la garganta. ¿Me puedes dar algo? Denise estaba viendo la tele en el family room y Camy se acostó a su lado en el sofá y se quedó dormida. Cuando cenamos nos dijo que prefería dormir. A eso de las diez la subí a dormir y me dijo que tenía hambre. Últimamente lo único que quiere comer es cereal frío con leche. Se pasó dos días en cama.

Esta mañana se levantó temprano. Cuando vine a ver mi correo electrónico, Camy había puesto varios sobres con información de la escuela en el teclado de la computadora. Entre ellos estaba un sobre con esta foto y otras similares. Lo había traído de la escuela desde el lunes pero no fue hasta hoy que lo puso en mi escritorio.

Mi hermano Abdiel

Buscando por ahí entre los cachibaches y los hojarasca que hemos estado acumulando Denise y yo en treinta años de casados --se cumplen este año en agosto, ¡mira que el tiempo corre cuando queremos que se quede un rato con nosotros!-- encontré algunas fotos dignas de mantener. Entre ellas estaba esta de Abdiel, mi hermano menor, que se tomó por allá en 1981, cuando estuviaba en la Academia de Glendale.

lunes, 24 de marzo de 2008

Traductor mexicano

Un mexicano busca un amigo también mexicano para que lo ayude en la traducción con un doctor.

En el consultorio del doctor:
Doctor: What's wrong with your friend?
Amigo: Dice el doctor ¿Que es lo que tienes?
Mexicano: Dile que me duele en medio de las paletas y el dolor me sube hasta la cien.
Amigo: He says that his popsicles hurt in the middle and it goes up to the one hundred!
Doctor: What else?
Amigo: ¿Qué más tienes?
Mexicano: Las muñecas me duelen mucho en las mañanas.
Amigo: He say his dolls hurt very much in the mornings.
Doctor: Tell your friend he is mentally retarded.
Amigo: El doctor dice que te pongas mentolato por las tardes

domingo, 9 de marzo de 2008

Cumpleaños de Alma

Image hosted by Webshots.com
by albvale Subí una treintena de fotos a mi colección de albumes en Webshots. Si le haces click a la foto te llevará directamente a donde se encuentran las fotos . . . Algunas aparecieron con nombres raros que voy a cambiar después, cuando tenga acceso a una mejor conexión de internet.

viernes, 7 de marzo de 2008

Receta para menudo

Esta receta me la disparé de por ahí. Nunca he hecho menudo y lo más seguro que alguno se va a quejar de la preparación o el ingrediente. Acepto sus sugerencias. Que conste que este supuestamente es el menudo estilo Sonora . . .

Ingredientes
1 kilo (2 libras) de panza
4 a 8 tazas de agua (según sea necesario)
1/2 kilo (1 libra) o más de hueso de pierna, cortado en pedazos
1 cabeza de ajo
1 chile verde entero
1 cebolla
3 hojas de laurel
1 kilo (1/2 libra) de nixtamal
1 manojo de cilantro
Sal al gusto
Cebolla de rabo verde al gusto
Limones

Utencilios
Olla o recipiente lo suficientemente grande
Cucharón de palo

Preparación
Limpie la panza raspándola con un cuchillo para quitarle el excedente de grasa y otros sedimentos (principalmente químicos usados para limpiarla en la matanza).

Una vez que la panza está bien limpia, cortarla en cuadros de 1 pulgada (2.5 cm) aproximadamente y ponerla en la olla junto con los huesos. Vertir el agua hasta llenar la olla, añadir la cebolla, el chile, el ajo y las hojas de laurel. Encender la lumbre hasta que hierva el agua. Bajar la llama para que se mantenga hirviendo a fuego lento. Esto puede tomar, dependiendo de la textura de la panza y su cantidad, de 4 a 6 horas o más.

El menudo está listo es cuando la panza está blanda.

Cuando se forme espuma en la cocción, puede sacarla con un cucharón para evitar que el menudo se ensucie. Poner cuidado en no permitir que toda el agua se evapore, cuando se necesario agregar más agua, agregue agua hirviendo para evitar detener el proceso de cocción y que la panza se ponga dura.

Si quiere obviar tiempo y no esperar tanto tiempo como se menciona anteriormente, utilice la olla de presión para cocer la panza. El tiempo aquí es sustancialmente pequeño y varía entre 30 y 45 minutos.

Saque el ajo, la cebolla, los huesos, el chile y el cilantro del cocido y sazónelo con sal al gusto.

Si el menudo está desabrido (esto sucede debido al tipo de panza y del hueso utilizado), agregue consomé de res en polvo o en cubos.

Si usa nixtamal sin cocer, lo puede cocer separadamente para evitar tener que agregárselo en el momento oportuno a la panza. Si usa nixtamal de lata o de bolsa, este está precocido y puede agregárselo de 20 a 25 minutos antes de que la panza esté lista.

Pique cebolla de rabo verde, incluyendo el rabo de esta, rábanos, cilantro y chile de su preferencia, habanero, jalapeño, chile verde, chiltepín, etc. Ponga estos aderezos, arreglados y servidos a su conveniencia en la mesa.

Sírvase el menudo en un plato hondo y corónelo con la cebolla, el chile y el cilantro picado a su gusto. Se acompaña con pan, el cual puede estar tostado y con mantequilla.

De San Diego a Hermosillo

NOTA: Quiero agradecer a mi cuñada Jeanine que tomó las fotos que aparecen en este relato. Las bajé de su album en Flickr: http://www.flickr.com/photos/jeas_fotos/sets/ 72157604053812573/

Partí de Baltimore el jueves 28 de febrero rumbo a San Diego. El vuelo hizo escala en Dallas donde pensaba que habría comida mexicana para comer antes de llegar a San Diego. Me sorprendió ver que el aeropuerto solamente tiene la comida rápida típica de cualquier otro aeropuerto. Es más, la comida no era tan variada como en algunos otros aeropuertos. Me resigné a comer en un restaurantillo oriental de dudosa calidad y reputación. Lo que comí no estuvo malo, pero tampoco estuvo bueno.

Llegué a San Diego como a las 10:00 de la noche y mi cuñada Vashti y su hermana, Adasa, estaban esperándome. Adasa y Vashti se parecen tanto —¿será porque son gemelas?— que fue Adasa la que entró al aeropuerto para encontrarme y no fue hasta que salí a la calle que me di cuenta que Vashti se había quedado en el carro con los niños.

Como ya era la una de la mañana para mi me fui a la cama inmediatamente. Al otro día Vashti fue a trabajar y llevó a los niños a la escuela. Tomé una taza de café con un pan para desayunar y me sorprendió que Adasa empezó a hacer enchiladas a las nueve de la mañana. Voy a llevarle almuerzo a mi hermana al trabajo, me dijo. ¿Tan temprano? Le pregunté. Sí, desayuna a las diez de la mañana. Así que a las diez de la mañana estaba yo, también, almorzando unas enchiladas deliciosas que Adasa hizo en un dos por tres.

Lo que me asombró de todo eso es que unos días antes Denise y yo habíamos hecho enchiladas para la cena y nos tomó como dos horas. Según nosotros habíamos preparado algo sencillo pues también cocinamos arroz, yuca frita, tortas de calabacitas y chile verde, frijoles enteros y ejotes frescos al vapor. ¡Entre los dos nos tomó dos horas! Pero Adasa, por si misma, preparó unas enchiladas con arroz amarillo deliciosas.

Esa tarde como a las siete de la noche llegó el esposo de Adasa y su suegro, el papá de Vashti y Adasa. Adasa se iba a ir con ellos de regreso a Riverside, donde viven. También llevaban el perro de mi hermano y algunos muebles. Con Vashti y los niños nos dirigimos hacia Riverside donde nos esperaba Alfonso, mi hermano mayor y Jeanine, su esposa. Bajamos al perro y los muebles. Vashti manejó el carro de sus padres pues su papá quería ir a Phoenix para estar con su esposa. En el otro auto ibamos Alfonso, Jeanine y Leslie, la hija de Abdiel mi hermano y Vashti. Leslie estaba dormida y no fue hasta una hora después de salir de Riverside que escuchamos su voz diciendo: ¿Dónde está mi mamy? Le dijimos que venía con su abuelo y eso fue suficiente para ella. Se volvió a dormir casi inmediatamente.

Llegamos a Phoenix a las tres de la mañana. En una gasolinera al lado del camino nos encontramos con la mamá de Vashti y Adasa y una tía de ellas, hermana de la mamá. Vashti se vino entonces a su auto que yo había estado manejando y empezamos a buscar un hotel para quedarnos por unas seis horas antes de partir para hermosillo. Y seguimos buscando por más de una hora. No había donde quedarnos. Todos los hoteles estaban llenos debido a una convención, feria o que se yo. El caso es que no encontramos donde dormir.

La tía de Vashti nos había ofrecido quedarnos con ellos pero declinamos, agradecidos, la invitación, pues viven a más de media hora de donde nos encontramos con ellos. Después de buscar sutilmente un alojamiento por más de 45 minutos, nos pudo no haber aceptado la invitación. Habíamos cenado-desayunado en un Waffle House antes de empezar a buscar hotel y para las cuatro de la mañana nos estacionamos al lado de un IHOP para usar el baño y esperar a que amaneciera.

A las seis de la mañana decidimos dirigirnos al hotel donde estaba Abdiel en una convención de su trabajo. Resultó estar más retirado de Phoenix de lo que nos habíamos imaginado. Llegamos a su hotel/resort después de las siete de la mañana y le hablé por teléfono. No nos esperaba hasta las nueve o las diez pero me dijo que se podía ir ya. Bajó casi inmediatamente y nos dirigimos hacia Tucson, Nogales y Hermosillo.

Como una hora después de Phoenix encontramos un Cracker Barrel y paramos a desayunar.

Aunque estábamos desvelados no perdimos tiempo para hablar de cuanta cosa se nos ocurrió y reírnos de nuestras ocurrencias y de unos u otros. En Nogales, Arizona, paramos a echar gasolina y comprar algunas cosas. Estaban las Girl Scouts vendiendo galletitas y Jeanine y yo compramos varias cajas de diferentes sabores. ¡Y a comer galletitas todo el mundo!

Antes de cruzar la frontera estábamos comentando que en Imuris, Sonora, venden unas quesadillas muy ricas. Así que tan pronto llegamos a Imuris, nos paramos al lado de una taquería al lado de la carretera. Comimos tacos de tripas, de carne asada y quesadillas. Nos trajeron una enorme bandeja con todo tipo de cosas para picar antes, así que nos dimos una buena hartada. Antes de parar Vashti dijo, ¿ya van a parar a comer? ¿a poco ya tienen hambre? Alfonso le contestó, no es asunto de hambre, es cuestión de principio. ¿Cómo íbamos a pasar por Imuris y no parar a comer quesadillas? Los tacos ya vinieron por añadidura. Los camiones, autos y autobuses pasaban a unos metros de donde estábamos sentados y nadie se inmutaba. A los pocos minutos también dejamos de prestarles atención. Esto no se ve en los Estados Unidos, comentamos. ¡No saben de lo que se pierden!

A unos cuantos kilómetros después del lugar de los tacos Alfonso vio un lugar donde vendían fruta picada y le pidió a Abdiel que se parase. Compró un enorme baso de plástico lleno de melón, sandía, jícama y no se que otra cosa bañado de limón y chile. ¡Por el principio! Nos dijo. Todos probamos la fruta con limón y chile y, la verdad, estaba muy rica. Con todo, ninguno se enfermó del estómago. Que yo sepa.

Vashti y Abdiel habían calculado que íbamos a llegar a Hermosillo a medio día. Con tantas paradas a comer no llegamos hasta como las cuatro de la tarde. Abdiel decidió dar un recorrido por las calles y nos asombramos de lo mucho que había cambiado la ciudad. Aquí no estaba esto. Tal cosa ya no esta aquí. Esa calle ahora es de un solo sentido. Como hay edificios nuevos. En esta escuela estudié la primaria, dijo Alfonso, cuando pasamos por la San Benito. Aquí estaba un lugar donde vendían root beer y, ¿cómo se llamaba esa otra bebida? Por aquí escribí mi nombre en una acera, dijo Abdiel. ¿Cómo se llamaba esa otra bebida? Un nombre raro, como de medicina. No creo que esté todavía en la acera, ¿cuánto tiempo hace de eso? ¡Uy, más de treinta años! ¡Perisodato! ¡Se llamaba perisodato! Y tenía un sabor como a medicina pero me gustaba mucho. ¡Ahí está todavía! Root Beer Gil. ¡Tiene más de cuarenta años en el mismo lugar! Tenemos que venir a tomar root beer. No fuimos.

Íbamos por la calle Reforma y en la Quintana Roo dimos vuelta a la derecha. Ahí adelante estaba la Casa de Cananea. Esa esquina antes era una farmacia. Aquí vivía aquella señora que lavaba ropa, ¿cómo se llamaba? ¡La casa de la Coyo! Aquí vivía el Archuleta. ¿Dónde viven ahora los Paredes? ¡Hay talleres donde estaba su casa! ¡La zapatería del mudo! Pero el mudo se murió hace mucho y es ahora de otra gente. La casa de mis padres . . .

Nos bajamos haciendo bulla cuando Alma, mi hermana, estaba saliendo a regar las matas. ¡Mhijitos! ¡Ya llegaron! Como la canción de Alberto Cortez, los perros que no me olvidaron y los abrazos que me dan mis hermanos. Mi papá salió después y mi mamá estaba tomando una siesta. Alma y mi mamá tenían una pañoleta en la cabeza porque se les ha caído el cabello debido a la quimioterapia que han estado tomando para combatir el cáncer de las mamas.

Nos sentamos en la sala a platicar. No dormimos en toda la noche. ¡Que grande estás Kevin! El hijo menor de Abdiel y Vashti se llama Kevin pero yo le digo Peben Eleven. ¿Cómo te llamas le digo? Kevin. No, te llamas Peben Eleven. ¿Cómo te llamas? Kevin. No, te llamas Peben Eleven. ¿Cómo te llamas? Peben Eleven. ¿Ves que te llamas Peben Eleven? Y el chamaco se rie. ¿Y mi mamá? Está durmiendo, Adam, hijo de Alma va a despertarla. ¡Mhijitos! ¡Llegaron! Besos y abrazos. Ya llamé a Adriana, ahorita viene. Adriana, mi hermana, llega y se repiten los mismos ¡mhijito! ¡mhijita! Vienen con ella Dennis y Peter, sus hijos.

Tocan a la puerta. Algunos conocidos de la iglesia vienen a visitar a mi mamá. Así que nos retiramos a la cocina. ¿Tienen hambre? ¡Estos no han dejado de comer desde que salimos de Riversida! No es cierto, desde que salimos de San Diego. ¿Quieren ver el cochi? ¿Un cochi? ¿Tienen un cochi? Todos salimos al patio. Aquí podemos hablar más alto sin molestar a las visitas.

Desde el patio escuchamos que están cantando. ¿De donde salio el cochi? Me lo regaló un primo que vive en la costa, me dice mi papá. ¿Qué primo? Hijo de un hermano de mi papá, me dice mi papá. Ráscale la panza para que veas. Adam le rasca la panza y el marrano se tira al suelo, sin dejar de comer. Jeanine le tome fotos y le rasca la panza. El cochi está feliz con toda la atención.

En la lumbre está una olla de menudo. ¿No quieren menudo? Antes de que contesten salen los platos y empiezan a servir platos humeantes de menudo. ¿Quieren pata? No me gusta la pata. ¿Qué tu quieres? Lo que sea, nada más sirve. ¡Pero si han comido todo el camino! ¡Es por principio! ¿Quieren pan? ¿No tienen chiltepines? ¡Qué rico! ¿Qué es esta yerba! Es orégano.

Llegan otras visitas. Varios quieren ver al cochi. ¿Qué van a hacer con el cochi? Cuando no lo quieran me lo dan. Payta, esposo de Adriana, llega más tarde, cuando ya se han ido las visitas y volvemos a la sala. ¿Qué pasó cuñado? A manera de saludo. Apretones de mano y abrazos. Ahora estilo Santa Rosa, dicen, me tocan las yemas de los dedos de la mano derecha con las yemas de los dedos de su mano derecha y me tocan el hombro con las mismas yemas. ¿Cómo está, está bueno? Ese fue un apretón de manos y un abrazo estilo chero.

Nos sentamos en la sala a conversar. ¿A que horas sales el lunes? A las seis. ¿Sales de aquí a las seis? No el avión sale a las seis. Como nadie dice nada parece que a mi me va a toca la piedra, dice mi padre. ¿Cómo? Que yo te voy a tener que llevar al aeropuerto. Parece que si. ¿Vamos a comer tacos de cabeza por la mañana? ¡Vamos a tener que ir! ¡Ustedes solo hablan de comida! ¿De que más vamos a hablar? ¿Vamos a conseguir un barril para la fiesta? Me quedé dormido sentado en el sofá, mientras todos platican a mi alrededor.

Los días del arcoiris

Image hosted by Webshots.com
by albvaleUna colección de fotos de varios años atrás . . . Hazle click a la foto y te lleva directo a la coleccion de fotos . . . Podría hacer un comentario largo, detallado y elavorado de cada foto, pero prefiero que uses la imaginación . . . Algunas son de 1980, otras de cuando todavía no iba a Montemorelos, a principios de los 70. Varias son de nuestros días en el área de Washington y algunas de cuando Denise y su familia vivían en Madison, Tennessee . . .

domingo, 24 de febrero de 2008

Entre los kurdos

El zumbido de las aspas y el rechinar de las turbinas del helicóptero se hacia más intenso conforme, perceptible solamente a la vista, nos elevábamos lentamente sobre la base militar de Batman. Para mi era muy emocionante. No solamente estaba en un helicóptero, sino que era un helicóptero militar. Y no solamente era un helicóptero militar, era un helicóptero de la fuerza aérea alemana. En el estrecho compartimento estábamos Shirley Panasuk y yo, sentados en unas cajas de cerveza. A nuestros lados iban dos soldados alemanes. Al alcance de mis brazos estaban los controles de la nave, con todo tipo de indicadores, medidores, agujas y botones.

El helicóptero tomó altura y se dirigió hacia las montañas, volando por encima de Batman. Con la cámara de video filmé lo que aparecía ante mis ojos. Delante de nosotros iban dos helicópteros más grande, llevando cerveza y medicina. En ese orden. Las tripulaciones alemanas estaban más interesadas en cargar cajas de cerveza a los helicópteros que medicina o agua.

La Guerra del Golfo, había terminado hacia unos cuantos días. Los kurdos en Iraq, ante la novedad de la tremenda derrota de Hussein ante las fuerzas aliadas, decidieron rebelarse y fueron derrotados terriblemente. Hussein, buscando donde dar vuelo a su ira, los atacó ferozmente y como resultado, miles de kurdos encontraron la muerte frente a la metralla iraquí. Hombre, mujeres y niños kurdos huyeron hacia Irán y Turquía.

Los oficiales de las Naciones Unidas estimaron a un tiempo que más de 2 millones de kurdos habían abandonado sus hogares en Iraq. Los diarios, la televisión y las revistas semanales nos presentaron escenas de su terrible situación: viviendo casi al aire libre en temperaturas bajo cero, se estimaba que 1,000 fallecían de enfermedad cada día. En abril de 1991, ADRA inició esfuerzos de ayuda a la precaria situación. El primer envío de ayuda fue de ADRA Australia, que envió ropa de invierno y frazadas el 11 de abril. ADRA envió inmediatamente después dos toneladas y media de medicina de sus almacenes en Maryland.

ADRA envió un equipo de asesoramiento a Turquía y como resultado de esto en unos días tuvimos un acuerdo con el Ministro de Salud de Turquía, Halil Sivdim. De esta forma, ADRA Internacional era la única agencia con un acuerdo firmado para ayuda a los kurdos en Turquía a demás de la Cruz Roja Internacional. ADRA trabajó en Turquía en afiliación con Arbeiter-Samariter-Bund (ASB), una agencia alemana. Erick Lischeck, director de ADRA Alemania hizo arreglos para que ADRA recibiera ayuda del gobierno y el ejercito alemán en esta campaña de emergencia. Los planes de ADRA eran proveer agua limpia a los refugiados, establecer un programa medico y proveer comida y ropa de invierno.

Ese miércoles iba a ser como cualquier otro. A medio día el presidente de ADRA, Ralph Watts, fue a mi oficina y me preguntó si mi pasaporte estaba en regla y si estaba listo para ir a Turquía. Pensando que me hablaba en broma le dije que yo siempre estaba listo. “Excelente”, me dijo, “tu avión parte a las seis para Turquía”. Así fue como, doce horas más tarde, estaba en Ankara, en el hotel Dedeman, haciendo planes para partir hacia Batman y hacia el campo de refugiados kurdos. Esa noche, jueves, cenamos en el restaurante del hotel Ralph Watts, Haroldo Seidl, director para ayuda en casos de desastres, Erick Lischeck, director de ADRA Alemania, Jim Neergaard, director de ADRA para el Medio Oriente y yo. Allí nos enteramos del acuerdo firmado entre ADRA y el gobierno turco para trabajar con los refugiados kurdos, de los planes de trabajo: proveer asistencia medica, medicinas, comida y agua, y de las condiciones del campamento.

A las cuatro de la mañana estábamos listos para abordar el avión militar alemán que nos llevaría a Batman. Shirley Panasuk, una enfermera adventista esposa de un diplomático norteamericano en Turquía se unió a Ralph, Jim y yo para ese viaje. Haroldo y Lischeck partirían más tarde en otro vuelo a Irán. El avión partió sin mucha ceremonia. En la cabina, sin muchas comodidades, iba un Jeep, medicinas, comida y cerveza. Después de unos minutos el frío era casi insoportable. Pasé la mayor parte de ese tiempo leyendo el libro “The Right Stuff” de Tom Wolf. Ya lo había leído antes pero me pareció apropiado justo antes de salir de casa. Por otra parte, leer acerca de cohetes espaciales y vuelos a la luna hacían más llevadero el tiempo y me sacaban de la realidad fría en que me encontraba.

Aterrizamos en Batman como a las ocho de la mañana. Se sentía todavía el invierno en el ambiente. No muy lejos, las montañas estaban cubiertas de nieve. Por todos había camiones militares. Los aviones aterrizaban y despegaban cada veinte minutos. Arriba circulaban algunos helicópteros, otros se veían dirigiéndose a las montañas y otros regresaban de las planicies que llevaban a Ankara. Algunos soldados estaban haciendo cola para desayunar y otros estaban arreglando motores de helicópteros. La base en Batman estaba siendo operada por los alemanes. Habían traído todo tipo de equipo de comunicación. Al lado de dos hangares estaban tres enormes depósitos metálicos con agua mineral, leche y cerveza. Cualquiera podía ir y tomar lo que quisiese. La gente de ASB nos estaban esperando y después de unas presentaciones breves nos pusieron al tanto de lo que estaba sucediendo tanto en Batman como en el campamento de refugiados. Nos presentaron a las autoridades militares y nos invitaron a que tomásemos lo que deseáramos para comer. En una carpa había una cocina militar. Preparaban lo que uno quisiera y había paquetes de galletas dulces y tasas con leche y chocolate.

Pasamos el resto del día visitando a diferentes organizaciones como ADRA trabajando con los refugiados y asistimos a una reunión de informe presentada por la Cruz Roja. Allí fueron presentados nuestros nombres y nos pusieron en una lista para ser transportados al campamento el día siguiente. Nuestra tarea ahora era encontrar alojamiento para el personal de ADRA y voluntarios de Florida Hospital que llegarían en unos días. En Batman nos encontramos que todos los hoteles estaban ocupados a su totalidad por los militares, los periodistas y por los trabajadores de diferentes agencias como la nuestra. Turk Oster, un turco que estudio en Alemania, donde se hizo adventista y acudió al seminario, nos sirvió como interprete durante todo ese tiempo. Por fin encontramos un hotel que estuvo dispuesto a transformar su sótano en un dormitorio. Lo limpiaron y colocaron siete camas con una pared formada por una cortina.

En ese hotel se estaban quedando muchos pilotos y trabajadores de agencias de ayuda así que hablamos con muchos de ellos para que compartieran sus experiencias con nosotros. Algunos trabajaban en el mismo campamento que nosotros, otros trabajaban en Irán. La mayoría de ellos eran alemanes. Además de nuestro grupo, los únicos americanos eran soldados de especial forces.

La mañana siguiente nos dirigimos a la base militar a tomar un helicóptero que nos llevaría al campamento. Nos reportamos con la cabina de control y nos informaron que partiríamos en diferentes vuelos. Ralph y Jim irían hacia los campamentos 3 y 4. Shirley y yo partiríamos hacia el campamento 1, donde estábamos trabajando. Ralph y Jim más tarde se reunirían con nosotros.

Ese sábado, 27 de abril, llegamos al campamento como a las 10 de la mañana. El vuelo al campo 1 en Isikveren, entre las ciudades de Sirnak y Uluderi, tomó aproximadamente 40 minutos. Los soldados alemanes se aseguraron que suficiente cerveza estaba disponible para ser transportada y después decidieron que había lugar para nosotros. El viaje fue interesante, volamos siguiendo el río Tigris hasta que llegamos a una región donde se acañoneaba y de allí tomamos rumbo a las montañas. Subimos a aproximadamente 6,000 pies de altura.

Desde el aire el campamento se veía como un “camporee”. Había todo tipo de carpas en la ladera de una montaña entre trozos de nieve aun visibles.

El campamento estaba justo en la frontera entre Turquía e Iraq. El campamento a un tiempo tuvo hasta 150,000 personas, cuando estuve allí se calculaba que había 80,000 refugiados.

La “clínica” de ADRA consistía en tres carpas. Una de las carpas era el “hospital”, otra tenia camas para dormir y comida, y la tercera era la bodega y baño. Un equipo medico alemán, consistente de dos doctores y tres enfermeras, habían estado atendiendo a los pacientes por tres días cuando nosotros llegamos. Los alemanes marcaron con pintura el nombre de MASH al “hospital”, por el programa de televisión. La mayoría de los pacientes eran niños. Cuando les pregunté me dijeron que veían aproximadamente 200 niños diariamente y que tienen todo tipo de enfermedades pero la más predominante es la diarrea.
La sección del campamento donde trabajábamos consistía de aproximadamente 200 familias. El campo consistía de aproximadamente 20 diferentes tribus. Osmat Shamdin, uno de los patriarcas de la tribu, tomó bajo su responsabilidad darnos de comer todos los días. Su carpa estaba a unos cien pasos de nuestro “hospital”. Shamdin tenia 12 hijos y su carpa, aunque de mejor calidad que las demás, tenia solamente lugar para que seis personas durmieran cómodamente. Nos daba de comer nun (pan kurdo), arroz, aceitunas negras y pasta con vegetales y salsa de tomate. Su hijo, Abdulkarim Osmat Shamdin, un estudiante universitario, traducía para los doctores y las enfermeras. Conversando más tarde con él me dijo que eran miembros del clan Al-Sulivani. El nombre del lugar donde estaban, me dijo, se llamaba Gali Ye Goya (Valle Goyan). Quizá porque no tenían otra cosa que hacer, o porque eran extremadamente corteses, se tomaban todo el tiempo que quisiéramos para contestar nuestras preguntas e informarnos acerca de sus vidas, su cultura, su pasado, lo que estaba sucediendo en Iraq, o lo que fuera.

Desde que aterrizamos en el campamento conocí a Emilio Jaso, de Texas, miembro del equipo de especial forces en el campamento. Emilio es un especialista en comunicaciones y un especialista en tecnología medica (EMT). Cuando no estaba trabajando dirigiendo el trafico de los helicópteros, Emilio se encargaba de la limpieza del campamento. Tomaba una buena cantidad de galletitas y reclutaba a todos los niños que pudiera para recoger basura en bolsas de plástico. Les daba una galletita por cada bolsa que le dieran llena. Emilio les enseñaba canciones y les ponía nombres en ingles: Henry, Jack, Paul, José, Chuy. Los niños venían y me saludaban de lo más contentos: “Hello? How are you?” Cuando yo les contestaba en español, no tenían la menor idea si se trataba de otro idioma o era la misma lengua extraña.

Hacía un calor espantoso por el día y un frío pavoroso por la noche. Había llevado una chamarra de cuero y la tuve que poner a un lado porque me sentía como en un baño turco. Era increíble ver la nieve a unos cuantos metros de distancia y sentir tanto calor. En la carpa donde trabajaban los doctores la temperatura era de más de 100 grados. Los doctores y las enfermeras alemanas tomaban agua constantemente mientras trabajaban y cerveza, cuando estaban descansando. Por la noche, el “hospital” se convertía en nuestro dormitorio. En las mismas literas donde la gente era atendida y recibía sueros e inyecciones, tratábamos de dormir. Los alemanes tenían “sleeping bags” suficientes para un regimiento. Fue una bendición que tuvieron tantas bolsas de dormir, era necesario usar dos bolsas, una dentro de la otra, para soportar el frío.

La primera noche, como a las once de la noche, escuchamos a alguien quejarse fuera de la carpa. Cuando fuimos a ver quien era, nos encontramos con una mujer a punto de dar a luz. La mujer era tan tímida que no quería entrar al “hospital” mientras otras personas, además de su madre, estuvieran presentes. Abdulkarim, nuestro traductor, pasó un buen tiempo para convencerla que era necesario que los doctores y las enfermeras la atendieran. Así que dejamos nuestro dormitorio y dormimos en la carpa usada como almacén.

Durante el día, frente a la puerta del “hospital” hacían cola de 25 a 30 mujeres con sus niños, la mayoría de ellos infantes y todos parecían tener algún problema. En algunos casos se veía a un padre con su hijo, o hija, pero eso era muy raro. Lo que me pareció interesante es que todos parecen muy resignados a lo que les está sucediendo. La mayoría de los hombres parecían sentirse muy cómodos sin hacer nada, recibiendo la comida que las diferentes organizaciones les traían y dejando que las mujeres hicieran todo el trabajo. La mayoría de los hombres estaban muy bien vestidos. No solamente eso, todos se veían muy limpios. No tenia la menor idea de donde podía ir a bañarse, pero todos se veían bien. Las mujeres tenían una expresión de preocupación en el rostro, pero no de ansiedad. Sobre todo las madres que estaban haciendo cola para ver un doctor, mostraban preocupación, pero no ansiedad ni desesperación. Todos tomaban la situación como si fuera de lo más normal. Pareciera como si todos estuvieran dispuestos a pasar el resto de su vida en ese lugar, o en otro como ese. Algunas personas parecían haber estado bien colocados antes de que la guerra los llevase a las montañas. Algunos se vestían con ropas que les fueron donadas por organizaciones como ADRA, pero había algunos cuyas ropas indicaban que pertenecían a la sociedad pudiente y siempre estaban muy bien vestidos. Hasta sus carpas eran de buena calidad, pareciera que las acababan de comprar en Sears o en REI.

Por otras partes se veían a mujeres y a niños haciendo fila por horas, bajo un sol que quemaba, con botellas y utensilios para recibir agua. El agua era llevada por helicóptero y camiones desde manantial que fue descubierto a algunas millas del campamento.

A las 11 de la mañana caminaba entre las “carpas” rodeado de dieciséis niños entre 8 y diez años de edad que miraban con asombro e interés a ese tipo que les hablaba la mitad del tiempo en ingles y la otra mitad del tiempo en español. Traté de saber cuales eran sus nombres pero no me entendían y tan solo se reían. Uno de los niños no tenia los dientes del frente y le pregunté, señalando los míos, que le había pasado a sus dientes. Todos entendieron qué era lo que preguntaba y se reían de buen gusto.

Los refugiados vivían en tiendas hechas de todo tipo de cosas, desde lona de campaña hasta piezas de metal. La mayoría eran simplemente palos arreglados como un teepee. Había muchas mujeres, muchos niños, sobre todo niñas.

Por todas partes se podían ver mujeres cocinando al aire libre. Horneaban pan, que es igual que las tortillas de harina mejicanas en sabor y textura. Le llaman nun. Caminé entre las gentes y me detuve a tomar fotos a una mujer que estaba horneando ese pan y me dieron como 20 “tortillas”. Comí algunas con gusto y las demás las di a otra gente que encontré más adelante. Un anciano vino y me habló por aproximadamente cinco minutos. No entendí nada de lo que dijo pero sonaba como si estuviera recitando un salmo o un poema.

Se podían ver restos de lo que algún día fue un chivo o una oveja, mayormente chivos. Las botellas de plástico usadas para agua mineral estaban regadas por todos lados. Lo que sobraba de MREs (Meals Ready to Eat) estaba regado en algunas secciones. Los kurdos tomaron las galletitas y los chocolates y tiraron lo demás. No entendían lo que eran macaroni and cheese y nunca habían comido franks and beans. En algunos lugares la apeste a desechos humanos era insoportable, porque parece que los niños atendían a sus necesidades físicas donde mejor les parecía. De tanto en tanto me encontraba con letrinas que eran poco más que un hueco en la tierra y me imaginé que ahí es donde iban los adultos.

Después de algunos minutos tenía aproximadamente a 25 niños alrededor mío. Lo más seguro es que me seguían entusiasmados porque nunca habían visto a un mejicano antes y lo más probable es que no vuelvan a ver a otro. Como resultado de la ropa que habíamos distribuido, había niños con camisetas que decían LA 84 o Hugo Boss.

A pesar de las condiciones, algunas personas llevaban a cabo sus actividades comunes. En algunos lugares se podían ver personas vendiendo cigarrillos, encendedores, agua embotellada y otras cosas. Un pequeño torrente de agua corre al lado de nuestro campamento y vi a gente lavando ropa y tomando agua del mismo. Algunos usaban las botellas vacías para traer agua de ese arrolluelo. Esa agua la usaban para beber y para cocinar.

Después de haber pasado más de 24 horas en el sector de nuestro “hospital”, decidí ir al otro lado del campamento, donde está la zona de aterrizaje de helicópteros. Esto significaba seguir el “camino” entre carpas de refugiados. Aproveché para tomar fotos y saludar a la gente. Una familia de refugiados me saludaron con mucho gusto y me invitaron, a señas, a estar con ellos un rato. Traté de darles a entender mi nombre e indagar sus nombres, pero sin ningún éxito. Después de unos quince minutos, me trajeron algo que parecía puré de papas, una sopa que tenia arroz y lentejas, tortillas de harina y te. Las madres salieron con sus hijos a contemplarme. Las niñas son de lo más graciosas y hermosas que alguien pueda ver. Tomé fotos de todos ellos y me invitaron a tomar te con la comida. Estuve de verdad agradecido y conmovido por su interés en brindarme de lo poco que tenias pero salí de su pequeño mundo con la certeza que iba a desarrollar la peor diarrea que mis entrañas hayan alguna vez experimentado.

Durante todo ese tiempo, me di cuenta que las mujeres son muy vergonzosa y los hombres muy amistosos. Evidentemente para los kurdos el tener familia es un pasatiempo favorito, Emilio me contó de un hombre que tenia cuatro esposas y 50 hijos. También me di cuenta que los hombres se casan mayores con muchachas jóvenes. Abdulkarim, nuestro traductor, aunque tenia 25 anos de edad, no estaba interesado en lo más mínimo en tener novia siquiera. Por otra parte, me di cuenta que las mujeres se casan muy jóvenes. No era raro ver a jovencitas de 18 años con dos niños en los brazos. ¡Y no eran sus hermanitos!
Continué en mi camino hasta que llegué a la zona de aterrizaje. Los Maltesers, otra agencia de socorro, había construido letrinas de madera, así que el hedor humano era más soportable. A la distancia vi a los helicópteros que llegaban y partían pero con menos frecuencia que antes. La zona de aterrizaje estaba controlada por los soldados americanos y rodeada por una cerca de púas. Los kurdos no podía entrar dentro de ese cuadro —del tamaño de una cancha de fútbol—, pero había una gran cantidad de hombres haciendo fila para entrar. Cuando uno de los helicópteros más grandes aterrizaba, dejaban entrar a 30 ó 40 kurdos, abordaban el helicóptero y se marchaban. Emilio me contó después que los estaban transportando a Zakoo, en Iraq, donde se estaba construyendo un campamento para que los refugiados pudiesen retornar a su país.

Los soldados no titubearon para dejarme entrar al perímetro de seguridad. Uno de ellos casi inmediatamente me brindó una botella de agua mineral, lo cual le agradecí de corazón. La actividad de los helicópteros cesó por completo. Le pregunté a uno de los soldados en la zona de control qué estaba pasando. Me contestó que uno de los “gruesos” estaba por llegar al campamento. A los pocos minutos aterrizaron dos helicópteros con las ametralladoras plenamente visibles —hasta ahora no habíamos visto un solo soldado armado en el campamento— y sus operadores con las manos en los gatillos. Otro helicóptero, más grande, con personas vestidas de traje y corbata aterrizó en medio del campo. Uno de los senadores norteamericanos estaba visitando todos los campamentos ese día. Me saludó y me dijo quien era, pero el ruido de las turbinas era tan fuerte que no entendí que me dijo.

El especialista en comunicaciones me dijo que los doctores de ADRA venían en el siguiente vuelo. Y así mismo fue. En ese y otros vuelos llegaron Kurt Olson, MD, Rondi Olson, RN, James Hurn, MD, Kathy Hinson, RN, Jim Hinson, PT, y Rhonda Robinson, MD. Todos ellos de Florida Hospital.

Regresé con ellos a nuestro “hospital” y los inicié en las artes de “hablar” con los kurdos: usar un interprete o hacer señales con las manos y gritarles lo que queremos que entiendan. Ya habían tenido practica en esto en Estambul y Ankara así que no tuvieron ningún problema. Empezaron a atender pacientes inmediatamente. A media tarde nos reunimos en la carpa de nuestro anfitrión a comer. Algunos de ellos eran vegetarianos así que se limitaron a comer nun y arroz. Todo el tiempo que estuve entre los kurdos no paré dos veces a preguntar que me estaban dando. Lo bueno que, como son musulmanes, no comen puerco. Lo que toman mucho es un té terriblemente concentrado e increíblemente dulce. Casi cada grupo familiar al que llegaba, me ofrecía nun y té. Después de unas cuantas experiencias, opté por llevar conmigo un tarrito de té para que no me siguieran ofreciendo más.

Después de dos días entre los kurdos en las montañas era tiempo para mi de regresar a Batman. Las autoridades turcas me habían indicado muy seriamente que no podía permanecer más de siete días en su país y no me quedaba mucho tiempo. También me enteré, gracias de nuevo a Emilio, que los vuelos estaban terminando del campamento a Batman. Estaban cerrando las operaciones y ahora estarían volando a otra base en Turquía y en Iraq mismo. Así que me dirigí, con mi cámara y mi back-pack, a tomar un helicóptero de regreso a la base militar. Esta vez me transportó un helicóptero de equipo y material.

Aproximadamente 20 personas, la mayoría reporteros, tomamos el vuelo de retorno.

Una vez en Batman, me dirigí a la carpa de control para saber qué había pasado con la gente de ADRA. Watts había regresado a Estados Unidos, Seidl estaba en Iraq y Neergaard estaba en otro campo de refugiados. Pasé esa noche en Batman. Temprano por la mañana regresé a la base militar listo para partir a Ankara. Entre los que regresaban de los campamentos de refugiados estaba la doctora Rhonda Robinson, quien me dijo que desde que salió de Florida Hospital estaba muy emocionada por poder ir a trabajar con los refugiados. Ofreció su tiempo como voluntaria y estaba agradecida de la oportunidad que se le daba de ayudar a otra gente. También estaba muy agradecida porque otros doctores estuvieron dispuestos a tomar su lugar en el hospital mientras ella partía a Turquía.

Me dijo que el campamento no era como lo que se había imaginado. Se había imaginado un lugar lleno de fango y muy frío. Para su sorpresa se encontró que en la tienda de campaña la temperatura llegaba hasta 100 grados. Lo que mas le impresionó es lo bien que se portaban los refugiados a pesar de la temperatura, el clima y las circunstancias. Siempre la hicieron sentirse bien y le expresaban su gratitud. Los kurdos expresaban gratitud a todos menos los iraquíes o los egipcios.

El mayor problema en el campamento eran las enfermedades entre los niños, particularmente diarrea, deshidratación y vomito. Después de pasar dos días y una noche en el campamento, le pregunté que era lo que más quería hacer cuando llegase a Batman y me dijo: “Darme un baño”. Cuando le pregunté si estaría dispuesta a hacer esto de nuevo me respondió: “Lo haría sin pensarlo dos veces. No querría perder esta oportunidad por nada en el mundo. Esto me ha dado una satisfacción como ninguna otra cosa que he hecho antes. He estado ayudando a la gente sin esperar ninguna compensación, eso me hace sentir como nunca había sentido”.

En un vuelo militar alemán, regresé a Ankara. Contaba con poco menos de 24 horas para ir a la aerolínea a confirmar mi vuelo y salir de Turquía. No tuve ningún problema en hacer ninguna de esas dos cosas.

Dos años más tarde, en enero de 1993, me encontraba de nuevo en un helicóptero militar. Esta vez era un helicóptero italiano. En ese vuelo íbamos Ralph Watts, Kadhija Odoble, y la esposa del presidente de Somalia, rumbo a Adale, una aldea a la orilla del Oceano Indico, a 125 kilometros de Mogadishu. Pero ese es material para otra ocasión.