viernes, 7 de marzo de 2008

De San Diego a Hermosillo

NOTA: Quiero agradecer a mi cuñada Jeanine que tomó las fotos que aparecen en este relato. Las bajé de su album en Flickr: http://www.flickr.com/photos/jeas_fotos/sets/ 72157604053812573/

Partí de Baltimore el jueves 28 de febrero rumbo a San Diego. El vuelo hizo escala en Dallas donde pensaba que habría comida mexicana para comer antes de llegar a San Diego. Me sorprendió ver que el aeropuerto solamente tiene la comida rápida típica de cualquier otro aeropuerto. Es más, la comida no era tan variada como en algunos otros aeropuertos. Me resigné a comer en un restaurantillo oriental de dudosa calidad y reputación. Lo que comí no estuvo malo, pero tampoco estuvo bueno.

Llegué a San Diego como a las 10:00 de la noche y mi cuñada Vashti y su hermana, Adasa, estaban esperándome. Adasa y Vashti se parecen tanto —¿será porque son gemelas?— que fue Adasa la que entró al aeropuerto para encontrarme y no fue hasta que salí a la calle que me di cuenta que Vashti se había quedado en el carro con los niños.

Como ya era la una de la mañana para mi me fui a la cama inmediatamente. Al otro día Vashti fue a trabajar y llevó a los niños a la escuela. Tomé una taza de café con un pan para desayunar y me sorprendió que Adasa empezó a hacer enchiladas a las nueve de la mañana. Voy a llevarle almuerzo a mi hermana al trabajo, me dijo. ¿Tan temprano? Le pregunté. Sí, desayuna a las diez de la mañana. Así que a las diez de la mañana estaba yo, también, almorzando unas enchiladas deliciosas que Adasa hizo en un dos por tres.

Lo que me asombró de todo eso es que unos días antes Denise y yo habíamos hecho enchiladas para la cena y nos tomó como dos horas. Según nosotros habíamos preparado algo sencillo pues también cocinamos arroz, yuca frita, tortas de calabacitas y chile verde, frijoles enteros y ejotes frescos al vapor. ¡Entre los dos nos tomó dos horas! Pero Adasa, por si misma, preparó unas enchiladas con arroz amarillo deliciosas.

Esa tarde como a las siete de la noche llegó el esposo de Adasa y su suegro, el papá de Vashti y Adasa. Adasa se iba a ir con ellos de regreso a Riverside, donde viven. También llevaban el perro de mi hermano y algunos muebles. Con Vashti y los niños nos dirigimos hacia Riverside donde nos esperaba Alfonso, mi hermano mayor y Jeanine, su esposa. Bajamos al perro y los muebles. Vashti manejó el carro de sus padres pues su papá quería ir a Phoenix para estar con su esposa. En el otro auto ibamos Alfonso, Jeanine y Leslie, la hija de Abdiel mi hermano y Vashti. Leslie estaba dormida y no fue hasta una hora después de salir de Riverside que escuchamos su voz diciendo: ¿Dónde está mi mamy? Le dijimos que venía con su abuelo y eso fue suficiente para ella. Se volvió a dormir casi inmediatamente.

Llegamos a Phoenix a las tres de la mañana. En una gasolinera al lado del camino nos encontramos con la mamá de Vashti y Adasa y una tía de ellas, hermana de la mamá. Vashti se vino entonces a su auto que yo había estado manejando y empezamos a buscar un hotel para quedarnos por unas seis horas antes de partir para hermosillo. Y seguimos buscando por más de una hora. No había donde quedarnos. Todos los hoteles estaban llenos debido a una convención, feria o que se yo. El caso es que no encontramos donde dormir.

La tía de Vashti nos había ofrecido quedarnos con ellos pero declinamos, agradecidos, la invitación, pues viven a más de media hora de donde nos encontramos con ellos. Después de buscar sutilmente un alojamiento por más de 45 minutos, nos pudo no haber aceptado la invitación. Habíamos cenado-desayunado en un Waffle House antes de empezar a buscar hotel y para las cuatro de la mañana nos estacionamos al lado de un IHOP para usar el baño y esperar a que amaneciera.

A las seis de la mañana decidimos dirigirnos al hotel donde estaba Abdiel en una convención de su trabajo. Resultó estar más retirado de Phoenix de lo que nos habíamos imaginado. Llegamos a su hotel/resort después de las siete de la mañana y le hablé por teléfono. No nos esperaba hasta las nueve o las diez pero me dijo que se podía ir ya. Bajó casi inmediatamente y nos dirigimos hacia Tucson, Nogales y Hermosillo.

Como una hora después de Phoenix encontramos un Cracker Barrel y paramos a desayunar.

Aunque estábamos desvelados no perdimos tiempo para hablar de cuanta cosa se nos ocurrió y reírnos de nuestras ocurrencias y de unos u otros. En Nogales, Arizona, paramos a echar gasolina y comprar algunas cosas. Estaban las Girl Scouts vendiendo galletitas y Jeanine y yo compramos varias cajas de diferentes sabores. ¡Y a comer galletitas todo el mundo!

Antes de cruzar la frontera estábamos comentando que en Imuris, Sonora, venden unas quesadillas muy ricas. Así que tan pronto llegamos a Imuris, nos paramos al lado de una taquería al lado de la carretera. Comimos tacos de tripas, de carne asada y quesadillas. Nos trajeron una enorme bandeja con todo tipo de cosas para picar antes, así que nos dimos una buena hartada. Antes de parar Vashti dijo, ¿ya van a parar a comer? ¿a poco ya tienen hambre? Alfonso le contestó, no es asunto de hambre, es cuestión de principio. ¿Cómo íbamos a pasar por Imuris y no parar a comer quesadillas? Los tacos ya vinieron por añadidura. Los camiones, autos y autobuses pasaban a unos metros de donde estábamos sentados y nadie se inmutaba. A los pocos minutos también dejamos de prestarles atención. Esto no se ve en los Estados Unidos, comentamos. ¡No saben de lo que se pierden!

A unos cuantos kilómetros después del lugar de los tacos Alfonso vio un lugar donde vendían fruta picada y le pidió a Abdiel que se parase. Compró un enorme baso de plástico lleno de melón, sandía, jícama y no se que otra cosa bañado de limón y chile. ¡Por el principio! Nos dijo. Todos probamos la fruta con limón y chile y, la verdad, estaba muy rica. Con todo, ninguno se enfermó del estómago. Que yo sepa.

Vashti y Abdiel habían calculado que íbamos a llegar a Hermosillo a medio día. Con tantas paradas a comer no llegamos hasta como las cuatro de la tarde. Abdiel decidió dar un recorrido por las calles y nos asombramos de lo mucho que había cambiado la ciudad. Aquí no estaba esto. Tal cosa ya no esta aquí. Esa calle ahora es de un solo sentido. Como hay edificios nuevos. En esta escuela estudié la primaria, dijo Alfonso, cuando pasamos por la San Benito. Aquí estaba un lugar donde vendían root beer y, ¿cómo se llamaba esa otra bebida? Por aquí escribí mi nombre en una acera, dijo Abdiel. ¿Cómo se llamaba esa otra bebida? Un nombre raro, como de medicina. No creo que esté todavía en la acera, ¿cuánto tiempo hace de eso? ¡Uy, más de treinta años! ¡Perisodato! ¡Se llamaba perisodato! Y tenía un sabor como a medicina pero me gustaba mucho. ¡Ahí está todavía! Root Beer Gil. ¡Tiene más de cuarenta años en el mismo lugar! Tenemos que venir a tomar root beer. No fuimos.

Íbamos por la calle Reforma y en la Quintana Roo dimos vuelta a la derecha. Ahí adelante estaba la Casa de Cananea. Esa esquina antes era una farmacia. Aquí vivía aquella señora que lavaba ropa, ¿cómo se llamaba? ¡La casa de la Coyo! Aquí vivía el Archuleta. ¿Dónde viven ahora los Paredes? ¡Hay talleres donde estaba su casa! ¡La zapatería del mudo! Pero el mudo se murió hace mucho y es ahora de otra gente. La casa de mis padres . . .

Nos bajamos haciendo bulla cuando Alma, mi hermana, estaba saliendo a regar las matas. ¡Mhijitos! ¡Ya llegaron! Como la canción de Alberto Cortez, los perros que no me olvidaron y los abrazos que me dan mis hermanos. Mi papá salió después y mi mamá estaba tomando una siesta. Alma y mi mamá tenían una pañoleta en la cabeza porque se les ha caído el cabello debido a la quimioterapia que han estado tomando para combatir el cáncer de las mamas.

Nos sentamos en la sala a platicar. No dormimos en toda la noche. ¡Que grande estás Kevin! El hijo menor de Abdiel y Vashti se llama Kevin pero yo le digo Peben Eleven. ¿Cómo te llamas le digo? Kevin. No, te llamas Peben Eleven. ¿Cómo te llamas? Kevin. No, te llamas Peben Eleven. ¿Cómo te llamas? Peben Eleven. ¿Ves que te llamas Peben Eleven? Y el chamaco se rie. ¿Y mi mamá? Está durmiendo, Adam, hijo de Alma va a despertarla. ¡Mhijitos! ¡Llegaron! Besos y abrazos. Ya llamé a Adriana, ahorita viene. Adriana, mi hermana, llega y se repiten los mismos ¡mhijito! ¡mhijita! Vienen con ella Dennis y Peter, sus hijos.

Tocan a la puerta. Algunos conocidos de la iglesia vienen a visitar a mi mamá. Así que nos retiramos a la cocina. ¿Tienen hambre? ¡Estos no han dejado de comer desde que salimos de Riversida! No es cierto, desde que salimos de San Diego. ¿Quieren ver el cochi? ¿Un cochi? ¿Tienen un cochi? Todos salimos al patio. Aquí podemos hablar más alto sin molestar a las visitas.

Desde el patio escuchamos que están cantando. ¿De donde salio el cochi? Me lo regaló un primo que vive en la costa, me dice mi papá. ¿Qué primo? Hijo de un hermano de mi papá, me dice mi papá. Ráscale la panza para que veas. Adam le rasca la panza y el marrano se tira al suelo, sin dejar de comer. Jeanine le tome fotos y le rasca la panza. El cochi está feliz con toda la atención.

En la lumbre está una olla de menudo. ¿No quieren menudo? Antes de que contesten salen los platos y empiezan a servir platos humeantes de menudo. ¿Quieren pata? No me gusta la pata. ¿Qué tu quieres? Lo que sea, nada más sirve. ¡Pero si han comido todo el camino! ¡Es por principio! ¿Quieren pan? ¿No tienen chiltepines? ¡Qué rico! ¿Qué es esta yerba! Es orégano.

Llegan otras visitas. Varios quieren ver al cochi. ¿Qué van a hacer con el cochi? Cuando no lo quieran me lo dan. Payta, esposo de Adriana, llega más tarde, cuando ya se han ido las visitas y volvemos a la sala. ¿Qué pasó cuñado? A manera de saludo. Apretones de mano y abrazos. Ahora estilo Santa Rosa, dicen, me tocan las yemas de los dedos de la mano derecha con las yemas de los dedos de su mano derecha y me tocan el hombro con las mismas yemas. ¿Cómo está, está bueno? Ese fue un apretón de manos y un abrazo estilo chero.

Nos sentamos en la sala a conversar. ¿A que horas sales el lunes? A las seis. ¿Sales de aquí a las seis? No el avión sale a las seis. Como nadie dice nada parece que a mi me va a toca la piedra, dice mi padre. ¿Cómo? Que yo te voy a tener que llevar al aeropuerto. Parece que si. ¿Vamos a comer tacos de cabeza por la mañana? ¡Vamos a tener que ir! ¡Ustedes solo hablan de comida! ¿De que más vamos a hablar? ¿Vamos a conseguir un barril para la fiesta? Me quedé dormido sentado en el sofá, mientras todos platican a mi alrededor.

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