jueves, 27 de marzo de 2008

La fiesta

Me despertó el olor del café. Traté de seguir durmiendo un rato más pero la tentación era demasiado. Así que me levanté. Mi mamá me ofreció café y me dirigí a la sala. Abdiel y su familia decidieron dormir en la sala. ¿No te molestó la música? ¿Cuál música? ¿A poco no la oíste? Caí muerto. Fui a taparte y te enojaste conmigo, me dijo Abdiel. Estaba teniendo un sueño raro con platillos voladores que venían sobre mi… Te toqué y estabas frío, estabas acostado sobre las cobijas… Cuando me tocaste eran los platillos voladores que me estaban agarrando…

¿Vamos a los tacos de cabeza? Me dijo Alfonso. Vamos, deja bañarme. Cuando salí del baño estaba comiendo menudo. ¿Qué no vamos a los tacos? Sí, esto es solo un tentempié.

Alfonso, Jeanine, Abdiel, Vashti, mi papá y yo nos fuimos a los tacos. ¿A dónde fue Alma? Fue a comprar cosas para la fiesta.

A los tacos de cabeza. Llegamos a la calle Monteverde ¿No era aquí donde estaba La Primavera? Aquí a la izquierda estaban las mesitas. Mi papá siempre le decía “las mesitas”. Eran los mejores tacos. Tacos y gorditas, menudo. Ya como eso no hay nada. Ahora es un taller. Aquí estaba. Los tacos costaban 20 centavos. Los mandaba a comprar tacos y se regresaban con el dinero. Y tu nos lo quitabas. Ya como eso no hay más.

Pasamos la Veracruz y cruzamos por donde antes era monte. Donde están estas piedras era la Quinta Amalia. No, no era por aquí. Este era el canal. Por aquí nos íbamos a La Palma. Pero aquí no estaba la Quinta Amalia. Más allá del Cerro de la Campana llegamos a los tacos. Aquí no había nada. Por aquí está un VIPs que a Denise le gusta venir a comer. Sí, por aquí está. Ese cerro, ¿no era de la cementera? Hace mucho que la cementera no está. Ahora están por la carretera que va a Sahuaripa.

Llegamos a los tacos. Nos estacionamos al cruzar la calle en un Oxxo, algo como un 7-11, aunque después vi que también hay 7-11 en México. Entramos al lugar y al fondo están los tacos. ¿Ordeno primero o pago primero? Va bien, joven, coma contento, pague feliz. ¿Qué te dijo el hombre? Coma contento, pague feliz. Así que ordené dos tacos de cabeza y dos de carne asada. ¿Le va a tocar pagar? Con tanta gente, ¿por qué no deja que paguen? Le dicen a mi papá. El nada más se ríe.

Un señor mayor nos prepara una mesa y nos pregunta que vamos a tomar. Los tacos estan ricos. Pero cuatro fueron suficientes.

¿Vamos a La Tierra? Yo quiero ir pero mi papá no va a querer. Agarra para allá y vamos aunque no quiera. Te digo que aquí quedaba la Quinta Amalia, les digo otra vez cuando vemos las piedras al lado de la calle. Estás loco, por aquí no era. ¿No está la Pepsi por aquí? Está más atrás.

Tomamos la carretera que antes iba al lado del canal. Ahora se llama Blvd. Colosio. Cuando llegamos al seminario es difícil creer que esté rodeado de casas. Llegamos a un barrio nuevo donde tienen casas modelo. Muy bonitas. Pegadas una a la otra, como si fueran townhouses. Las más baratas empiezan a $150,000.00.

¿Por donde quedaba La Palma? Por aquí. Esto era la Cruz del Norte. Ahora es un hospital psiquiátrico. La misma cosa. El Mezquital del Oro ya no existe. Está todo abandonado. ¡Cuantas veces vinimos por este camino! ¡Con Jacobo! ¡En la carreta con la mula! Al fondo estaba la casa de un compañero de clases en el Central. No queda ninguna de las casas de los dueños. Entrábamos a jugar cuando nos íbamos a pie a la casa. Había unas casas lindas con un césped precioso. ¿Qué pasó? Se acabó todo. Los hijos de los dueños no siguieron.

¡Hay casas en el Huical! ¡Todo está lleno de casas! Una puerta cierra el camino que llevaba frente al Huical hacia el terreno de Jacobo, pasando por el terreno de Tacho hacia La Palma.

Por aquí vivía el Negro de la Villa Pesqueira. Más adelante. ¿Dónde vive el Tolo? Ya se murió. ¿Y la maría? La María vive por aquí. Métete aquí. Seguimos un camino de tierra y llegamos a una casa con techo de lámina. ¿Cómo se llama el hijo de la María? Un muchacho está trabajando en un auto. ¿No está el Lleto? ¿El Lleto? Sí. Entra a la casa.

Seguro le está diciendo, ahí te buscan, ¿quién? ¡que se yo! Unos batos en un carro gringo.

Nos bajamos del carro y sale el Lleto. No veía al Lleto hace como 30 años. El Tolo y la María fueron trabajadores de mi papá en La Palma, que también llamábamos La Tierra. El Lleto ha de haber tenido unos seis años cuando vinieron a trabajar a La Palma. ¡Quihubo Lleto! Nos mira desconfiado hasta que ve a mi papá. ¿Qué pasó Alfonso? ¿Ya andas pisteado cabrón? El Lleto se ríe. ¿No te acuerdas de nosotros? No. Soy Abdiel, jugábamos juntos, ¿no te acuerdas? ¿A poco estás pedo? ¿Te dejó la vieja? El Lleto se ríe. No ahí está. ¡Como están gordos! De ti si me acuerdo, le dice a Abdiel. ¿Cuánto hace que no nos vemos? ¡No puedo creer que estés tomando a estas horas! Insiste mi papá. El Lleto se ríe. ¿Cuántos hijos tienes? Tengo tres, este es el mayor, se dirige al que está trabajando en el carro. Es el Lletito. Lletito, ven, a que conozcas estas gentes. Lletito viene con no muy buen gusto y nos saluda. Jeanine y Vashti se bajan. ¿Y la María? Por ahí está. ¿Y las vacas? Las vendí, no había donde darles comida. ¡Cómo hacía que no nos veíamos! El Lleto nada más se sonreía.

María, la madre de el Lleto llegó a los pocos minutos. Vinimos a comer tortillas, le dice mi hermano Alfonso. ¡Qué bueno! ¿Trajeron tortillas? Le contesta. Todos nos reímos. La María no nos reconocía tampoco. Hablamos de el Tolo, que había fallecido hace cinco años, de aquellos años, hace más de treinta años, cuando trabajaban para mi papá. Nos dijimos adiós. ¿Podrías creer que ha pasado tanto tiempo?

Mi papá nos contó de un campo en la costa que está en venta. Tiene cuatro casas y pozos perforados para ganado. Piden 80 o 90 mil dólares. ¿Dónde está? Antes de llegar a Siete Cerros. Decidimos no ir a ver el campo porque tenemos que ir a Costco para comprar cosas para la fiesta.

¿Cómo fue que fuimos al Sabueso? Le pregunté. Nada más me metí. No debía de haberme salido, me dice mi papá. Estaba solo, abandonado. Había cuatro casas completas, con todo. Estilo americano. Como que fue un campo de los americanos. Tenía hasta pozos perforados. Que bruto fui, no debía de haberme ido de ese campo. Estaba molesto con don Alonso, mi abuelo, y me fui para el Sabueso. En aquellos años, dice Vashti, los americanos solo podían tener propiedades por quince años en México. Después de los quince años se han de haber tenido que ir. Lo malo de el Sabueso eran los mosquitos de noche.

Fuimos a Costco y compramos algunas cosas para la fiesta. Por la desvelada del día anterior yo sentía que me estaba resfriando. Una coca-cola fría me volvió el espíritu al cuerpo. O el cuerpo al espíritu, lo que sea de cada quien.

Por la Reforma Abdiel empezó a manejar pegado al lado izquierdo de la calle y muy despacio. ¿Qué buscas? ¡Ah, ya se! ¡Buscas si todavía está donde pusiste tu nombre en la acera! A unas dos cuadras se detuvo y se bajó del carro. Regresó sonriendo. ¡Ahí está! Se detuvo justo frente a su nombre. Lo que falta es la fecha. Cuando remendaron la acera quitaron la fecha, pero el nombre todavía está. ¡Quién lo hubiera dicho, después de tantos años!

Cuando llegamos a casa ya habían colocado las mesas. ¿A dónde fueron? Nos dice Alma. Fui a buscarlos a los tacos y ya no estaban. Adriana con el Peter y Dennis habían ayudado. Decidí acostarme a dormir un rato.

Me despertó el olor a chorizo. ¿Alberto está dormido? Preguntó alguien cuando desperté. Eran como las dos de la tarde. Había frijoles caldudos y chorizo con papas. Eso fue el almuerzo. Salimos después a sentarnos en el patio y platicamos hasta que empezó a llegar la gente.

Llegaron amigos del trabajo de Alma y algunas amistades y familiares. Peter trajo sus bocinas y usamos mi iPod y el de Dennis para música. Llegó el taquero y empezó a cocinar. Mi prima Griselda llegó y platicamos un rato. El taquero empezó a repartir quesadillas y totopos con guacamole y después vinieron los tacos. ¿Y el mariachi? Alma llama al mariachi y le dicen que no está en la lista. Un malentendido. En lugar de las siete, se aparecen después de las ocho.

¿Y esa música? Me dice varias veces Alfonso. Es lo que le gusta a la gente. Ahí queda el asunto.

Alma partió el pastel y el mariachi tocó las mañanitas. Yo sentía todavía que me estaba resfriando y se me había casi ido la voz.

Subí al cuarto de Alma para ver si tenía algo en el correo electrónico y tengo un documento que traducir. Estoy haciendo eso cuando me dice mi papá que mi prima Elizabeth llegó también. No veía a Elisa desde que me fui a Montemorelos. ¡Mira que ha llovido desde entonces! No ha cambiado nada.

Se fue al fin toda la gente y Alma abrió sus regalos. Estaban todos reunidos en la sala y hubiera querido quedarme a platicar hasta la madrugada. Teníamos que salir a las 4:30 de la mañana de casa para estar en el aeropuerto a las 5:00. ¿Te puedes levantar sin problema? Me preguntó mi papá. Entonces me despiertas. Me despedí de mis hermanos, mis hermanas, mi cuñado y mis sobrinos. Caí cansado en la cama pero pasé una noche con un sueño inquieto despertando cada media hora. Desperté a mi papá a las 4:15 después de haberme bañado y haber tenido mi equipaje listo para partir.

Mi mamá estaba despierta y me ofreció café. No gracias, estoy bien. A las 4:30 estábamos en camino al aeropuerto. La ciudad estaba muerta a esas horas. Unos taqueros estaban preparando sus carritos. ¿Se pasarían la noche despiertos o será que acaban de llegar? Mi papá estaba muy conversador hasta que me dejó en el aeropuerto. Había pasado poco más de 36 horas en Hermosillo.

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