jueves, 26 de octubre de 2017

En conmemoración del quinto centenario de la Reforma Protestante

Es probable que este domingo haya mucha conversación acerca de martillos en las iglesias protestantes —y en algunas congregaciones católicas.

Hace 500 años, el 31 de octubre de 1517, un joven monje católico —Martin Lutero— tomó un martillo consigo y clavó sus 95 Tesis, o argumentos, en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, en Alemania. Sus puntos se centraban en las prácticas de la iglesia —que Lutero consideraba estaban por encima de la autoridad de la iglesia, suplantando la autoridad de Dios. Nadie se hubiera imaginado a donde llevaría su acción.

Hoy en día lo que Lutero hizo ese día es considerado el inicio de la Reforma Protestante que ha tenido un impacto profundo en el cristianismo, la civilización occidental y el mundo entero. Después de 500 años es un monje con un martillo en la mano lo que simboliza ese momento.

Para Lutero fue el momento propicio. Con la ayuda de Johannes Gutenberg y su nueva imprenta las copias del documento de Lutero se regaron por Alemania en dos semanas y en toda Europa en dos meses.

En ese documento Martin Lutero desafiaba formalmente a los líderes de la iglesia sobre el tema de la venta de indulgencias y delineaba una doctrina bíblica de justificación solamente por la gracia. Su lema era «el justo vivirá por la fe» (Romanos 1:17). Martin Lutero dejó de ser el monje alemán con preguntas en su corazón para convertirse en el reformador más íntimamente asociado con el nacimiento del protestantismo.

Las acciones de Lutero fueron guiadas por otro versículo, en el libro de Hechos, que dice: «Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29, NVI). El valor de Lutero y su insistencia en «sola scriptura», la Biblia cómo la única autoridad de fe, son la piedra angular de la Reforma Protestante y fundamentales para mi propia fe adventista.

Para los protestantes, el quinto centenario del inicio de la Reforma ofrece una oportunidad especial para la reflexión y la renovación. Mi propia experiencia es un paralelo de lo que Lutero escribió: «Cuando descubrí [sola scriptura] nací de nuevo del Espíritu Santo. Las puertas del paraíso se abrieron de par en par y entré por ellas».


Los golpes del martillo de Lutero en la puerta de la iglesia todavía se escuchan.

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