jueves, 2 de agosto de 2018

De Lincoln a Chicago y más allá

Antes de seguir quiero hacer algunas aclaraciones.

El nombre correcto es Barstow, me parece que lo escribí mal en el documento anterior.

Camila es vegana y en McDonald’s lo que le gusta son las «hashbrowns» que sirven para el desayuno. Es papa rayada en forma de una tortilla gordita. La verdad le encantan. Pero solamente para el desayuno.

Las «escaleras» son snow fences. Gracias al enlace que nuestro buen amigo anglo ha colocado pude rectificar sus medidas: son de unos 30 a 40 pies de alto y unos 1000 de largo. Se ven por todos lados en Wyoming.

Puse que era I80, en realidad la designación correcta es I-80.

Como señalé, viajamos en el Toyota Corolla de Camila porque lo trajo a California para tener su propia «movilidad», como dicen los bolivianos. Es un carro pequeño pero da muy buen rendimiento en cuanto a kilometraje. Hubiera preferido ir en mi camioneta —es una Honda CRV—, pero eso hubiese significado que yo me hubiese tenido que quedar con su Toyota Corolla. No me hubiese molestado y hasta se lo sugerí. Pero le gusta su Corolla porque es el modelo deportivo.

Creo que lo último que comenté fue nuestra llegada a Lincoln. De Wyoming a Nebraska no se vio mucho cambio. Olvidé comentar que en Wyoming lo que crece casi exclusivamente es un arbusto pequeño llamado sagebrush [aquí lo pueden ver, lo mismo que la fauna que sostiene: http://rockies.audubon.org/sagebrush]. Por horas y horas en la carretera es lo único que se ve. Algunos parajes son algo llamativos. Cami y yo comentábamos lo barato que sería vivir en uno de esos lugares —los asentamientos humanos son realmente pequeños y se distinguen por tener arboles a su alrededor—, pero lo malo es que uno tendría que vivir ahí.

Creo haber comentado que durante toda la travesía a lo largo de Wyoming y casi todo Nebraska, no teníamos acceso al internet. La pobre Camila tuvo que pasarse buen rato escuchando a Mecano —creo que ya lo mencioné. Pero para el segundo día decidí que era hora de algo distinto y echamos mano de algunos de los CDs que yo mismo había preparado el año pasado con música de mi iTunes. Se trata de toda una mezcolanza de todo tipo de música —mayormente en inglés— que va desde los años 40 hasta el otro día. Mi compadre dice que son todos los lados B de aquellos discos de 45 que salían cuando el mundo era más sensible y respetuoso a las señales de transito.

A medio camino en Nebraska empezamos a ver los sembradíos de maíz. Más maíz de lo que uno podría imaginarse. Horas y horas de plantío tras plantío. A la distancia se veían graneros y casas habitación —granjas. Pero, a diferencia de las películas en las que los granjeros siembran su maíz y tienen también ganado, gallinas, etc., no se veía nada por el estilo. Simplemente las casas y los graneros. Ni una sola alma ni siquiera por casualidad en el campo. Nos preguntamos qué hace esa gente entre la siembra del maíz y la cosecha, ¿ver la tele? ¿se van a Los Angeles? ¿a Las Vegas a los Casinos?

Para cuando llegamos a Lincoln ya era después de media noche. El hotel tenía buena vista de lejos pero por dentro daba mucho que desear. Pero, cuando uno está cansado no le ve el diente al caballo del vecino. Simplemente nos fuimos a la cama. Mis planes eran despertar temprano y trabajar un poco en la computadora. Para cuando desperté era casi hora de mi reunión con la casa distribuidora de libros. Así que fui a tomar café y un pan con mantequilla después de una ducha rápida.

La oficina no está muy lejos del hotel donde quedamos. Es un negocio que se llama AdventSource y surten a todo Norteamérica y hasta el extranjero con material didáctico. Uno de sus mayores clientes es el equivalente a los Boy Scouts de nuestra iglesia. En nuestro caso se les llama Conquistadores. Pero es la misma vaina. Se trata de clubs de jovencitos e jovencitas que se reúnen cada semana para aprender manualidades, hacer practicas de ejercicio, aprender a marchar, algunos tienen hasta una banda de guerra y ganan distintivos que ponen en su franja. Hay miles de distintivos que pueden ganar al tomar clases —desde pintura hasta hacer nudos, pasando por alpinismo y esquiar. Pusimos a Cami en el club de nuestra iglesia en Beltsville y nunca le gustó. Hasta fui a acampar con ella un fin de semana. Después de eso me dijo, papi, gracias por ir conmigo pero no quiero volver. Ese fue el final de su participación en el grupo de Conquistadores [en inglés se llaman Pathfinders y van desde cuando los chicos tienen unos 10 años hasta gentes ya mayores; para los más pequeños tienen lo que les llaman Adventurers]. AdventSource se encarga de proveer todo lo necesario para todos esos clubs a lo largo de la unión americana y en ultramar.

Una de las cosas en las que empecé a participar desde hace poco más de un año con este lugar donde trabajo ahora es la producción de libros. Algunos de ustedes colaboraron el año pasado leyendo y dando su opinión sobre uno de ellos y Beatriz me ha ayudado revisando mi español algo entumido. Gracias, Betty, por tu valiosa ayuda.

Pues AdventSource se ha ofrecido para ser la casa distribuidora de nuestros libros. Contamos con unos ocho libros en inglés y unos cuatro en español. Ahora mismo hay tres libros bajo producción y uno de ellos ya está a la venta. Son temas que interesan mayormente a adventistas y que Beatriz ha llegado a conocer más que muchos adventistas. ¿No es cierto, Betty?

Me reuní con el director de AdventSource y con su asistente para sentar las bases de nuestra relación y de su relación con los escritores de los libros. Ellos se van a encargar de enviar libros y hacer los cobros y encargarse de las regalías a los autores. Así que fue algo aburrido en lo que Cami no participó, con dolor de mi corazón la dejé durmiendo. Con dolor de mi corazón porque me hubiese gustado haberme quedado durmiendo también.

De regreso al hotel, Cami ya estaba lista y buscamos un lugar donde almorzar. Como en Lincoln si funciona el interné, Cami puso dedos a la obra y encontró uno de sus lugares preferidos: Mellow Mashroom. Se trata de un lugar de comida italiana —mayormente pizza— que también cuenta con una buena cantidad de productos veganos. Así que fuimos a ese local. Pedí un pedazo de pizza y una ensalada, Cami pidió un sándwich de no-sé-qué pero me dijo que estaba muy bueno, con sus correspondientes papas.

Salimos rumbo a Chicago como a eso de la una de la tarde.

De paso, durante todo ese recorrido, desde que salimos de Salt Lake City hasta que llegamos a Lincoln, esa fue la primera ciudad que podría calificarse como tal. Por el resto del camino —caballero, estamos hablando de más de 12 horas en la carretera— lo único que vimos fue algunos asentamientos humanos, como le llamé durante todo ese recorrido.

Lincoln, de paso, tiene ese nombre por el presidente de los EE.UU., incluso en varios otros lugares en Nebraska vimos estatuas dedicadas el asesinado presidente. No tengo idea por qué. Illinois se considera «The Land of Lincoln», pues aunque no nació ahí, trabajaba en ese estado cuando fue electo presidente y sus restos están por ahí en alguna ciudad —Springfield, como a una hora al sur de Chicago [de paso, viendo el mapa, pasamos por ahí cerca y no se me ocurrió ni de casualidad haber parado].

Omaha, la capital de Nebraska, está a menos de una hora al este de Lincoln. El estado de Iowa viene después. ¿Adivinen qué? ¡Más sembradíos de maíz! Maíz y maíz hasta decir basta. De tanto en tanto me pareció que había también soya —¿soja, para algunos?— pero muy poco en comparación. 

Antes de llegar a Des Moines, paramos a echar gasolina y a estirar las piernas —eufemismo por hacer del uno y del dos, que también son eufemismos [¡ay, Eufemia! ¿on tás, corazón?]. Resultó tratarse de la mayor gasolinera de todo el estado de Iowa. Se encuentra en Walcott. Orgullosamente lo proclamaba un enorme mural dentro del local [caballero, si le interesa, lo puede ver aquí: https://www.tripadvisor.com/LocationPhotoDirectLink-g38490-d2207120-i41454143-Iowa_80_World_s_Largest_Truck_Stop-Walcott_Iowa.html].

La carretera pasa por Des Moines, donde no hubo mucho que ver, seguido de Moline —donde tampoco hubo mucho que ver.

Para entonces nos llamó la atención que los sembradíos de maíz llegaban hasta casi las ciudades mismas. No es algo a lo que estamos acostumbrados. En DC, por ejemplo, a varias horas antes de llegar a la ciudad ya está todo poblado. Viajando de casa en Beltsville, yendo hacia la Florida, tardábamos de dos a tres horas para salir de lo que sería la greater DC area —pónganmelo en castellano, que no sé con que salsa se come eso—. Pero en esos lugares estaba un maizal y a la vuelta empieza la ciudad.

De plano, decidimos, no somos gente de campo.

Casi al caer la noche nos acercábamos a Chicago. Las señales en la carretera indicaban que estábamos a menos de 20 millas de distancia. Pero los maizales no cesaban. Maíz y maíz. ¿Será posible que incluso se aplique a Chicago? ¿Será que hay maizales casi hasta llegar a la ciudad? No exactamente, pero casi.

Llegamos al hotel a eso de las ocho de la noche. Denise estaba llegando en un vuelo el viernes por la mañana a Midway, uno de los aeropuertos de esa ciudad, así que hice la reservación cercana al mismo. No me falló. El hotel estaba a escasos kilómetros del aeropuerto.

Todo esto ya me ha dado sueño. Así que, como hicimos hace ya casi una semana atrás, aquí voy a dejar este chorizo. Si me aburro más tarde, les envío la siguiente porción. Falta todavía la visita al arco de St. Louis y la visita a Graceland el día de mi cumpleaños.

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