sábado, 16 de mayo de 2009

El hombre que sabía la palabra

Vivió hace muchos años un hombre que era muy rico. Tenía todo lo que alguien pudiese querer, pero no era feliz. Este hombre deseaba algo de gran valor, algo que nadie más tuviese en todo el mundo.

Cierto día el hombre escuchó hablar acerca de un gran maestro que venía a su pueblo. Se rumoraba que este gran maestro tenía el secreto para curar a los ciegos y llevar a cabo otros milagros.

"Ah," dijo el hombre, "si tan solo yo supiera la palabra mágica para curar a los ciegos, estaría contento."

Así que el día siguiente el hombre rico fue a ver al gran maestro. El hombre contempló al maestro mientras curaba la ceguera y hacía otros milagros. Después de un rato, fue a hablar con el gran maestro.

"Oh, gran maestro," le dijo, "toda mi vida he estado buscando algo de gran valor, algo que esté por encima de todas las posesiones terrenales. Ahora lo he encontrado." El maestro miró fijamente al hombre y le preguntó: "¿Y qué es lo que has encontrado?"

"Deseo saber la palabra mágica para curar a los ciegos. Estoy dispuesto a dar todo lo que poseo por esa palabra. Unicamente dime qué es lo que deseas a cambio de la misma, y te lo daré."

El gran maestro pensó por un momento, y dijo entonces: "Te diré la palabra mágica, pero no deseo ninguna de tus riquezas. Lo único que te pido es que uses la palabra para ayudar a otros. Si no haces esto, vas a perder la palabra, y un gran mal caerá sobre ti."

"Sí, sí," dijo el hombre, "por supuesto..."

Así que el gran maestro murmuró la palabra mágica al oido del hombre rico, y el hombre se sintió feliz. Corrió de retorno a su casa, emocionado por la palabra que acababa de aprender. Pero cuando llegó a su casa, el diablo le estaba esperando.

El diablo le dijo: "¿Sabes cuál es la palabra mágica para curar a los ciegos?"

"Así es," contestó el hombre rico.

"Te apuesto que esa palabra es tu más grande posesión en toda la tierra."

"Sí," dijo el hombre, "es de un valor incalculable para mí."

"No, no es cierto," se rió el diablo. "Es una palabra sin valor alguno."

"¿Por qué?" le preguntó el hombre.

"Porque tienes que decirles a otros la palabra, y entonces la palabra no te servirá más, no tendrá ya ningún valor."

El hombre pensó por un minuto y dijo: "Tienes razón. La palabra que tengo no valdrá nada. Tengo que guardarla solo para mi. De esa manera la palabra no va a perder su valor."

"Sí," le dijo el diablo. "Guarda la palabra."

El diablo rió a carcajadas y se fue.

Muy pronto se esparció por todo el pueblo la noticia que el hombre rico sabía la palabra mágica para curar a los ciegos. Los ciegos vinieron de todas partes para ser curados.

Pero el hombre los enviaba de vuelta, diciendo: "Se cual es la palabra mágica para curar a los ciegos. Pero esa palabra es mi posesión más valiosa en todo el mundo, y no se la puedo decir a nadie."

Varios meses más tarde, el hombre rico amaneció un día enfermo, muy enfermo. Llamaron a muchos médicos, pero ninguno parecía ser capaz de ayudarle, porque no sabían cual era su enfermedad. Pero uno de sus sirvientes le informó que había oido hablar de un hombre que vivía en un pueblo algo retirado que sabía cómo curar a los enfermos, así que el hombre rico envió a sus sirvientes para que lo encontraran.

Días más tarde sus sirvientes regresaron trayendo una carta de este hombre que sabía cual era la palabra mágica para curar a los enfermos.

El hombre rico abrió la carta y la leyó. La carta decía:

Apreciado Señor:

Me da mucha pena el enterarme de su enfermedad, pero lamento no poder ayudarle. Como usted comprenderá, mi palabra mágica es mi posesión más estimable. Y por esa razón, no se la puedo decir a nadie. Estoy seguro que usted comprende, pues he oido decir que usted conoce la palabra secreta para curar a los ciegos. Que se mejore.

[Firmado] El hombre que sabe la palabra.

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